—Señor Marco, ¿a dónde piensa llevarme?
Marco logró llevarse a Joe por la fuerza—todo por orden de Elia.
Ambos estaban impacientes por saber qué había hablado Raffael con Joe.
Ahora los dos eran conscientes de que su relación prohibida estaba en peligro, pues el aroma de la infidelidad ya comenzaba a ser percibido por otros.
—¡Cállate, viejo! ¡Solo obedece a tu señora! —gritó Marco con dureza.
Joe miró a la persona que conducía con concentración.
—¿Elia? Así que sí eras tú —dijo con una sonrisa burlona.
—¡Qué descaro llamarla así, Joe! —protestó Marco, molesto de que su mujer fuera tratada con desprecio por un simple guardia de seguridad de la empresa.
Elia no respondió; prefirió concentrarse en conducir para llegar cuanto antes al lugar seguro donde interrogarían a Joe.
—¿Descarado? Estoy al mismo nivel que ella, señor Marco. Sí, soy guardia, pero esa mujer antes solo era una sirvienta en la casa de los Marino —respondió Joe con valentía.
Joe sabía por qué lo habían llevado Marco y