—¿Lyra, sigues ahí dentro? —llamó Raffael con tono de pánico.
Golpeó con fuerza la puerta del baño de mujeres.
La puerta se abrió desde dentro. Pero no fue Lyra quien salió.
—Disculpe, señorita. ¿Hay alguien más dentro? —preguntó Raffael a la mujer que acababa de salir del baño del café.
Aunque se sentía incómodo preguntando eso frente al baño de mujeres, la preocupación lo dominaba.
—No hay nadie —respondió la mujer con desdén, incómoda por la actitud nerviosa de Raffael.
—¿A dónde fue Lyra? ¿Acaso Adrian se la llevó? —murmuró Raffael, mirando a su alrededor con tensión.
—Pero no creo que Lyra se haya ido con él tan fácilmente...
Sin pensarlo dos veces, Raffael corrió hacia el área de estacionamiento. Buscaba el coche de Adrian.
—Su coche sigue aquí... eso significa que aún no se han ido.
Raffael se apresuró a llamar al móvil de Lyra. La llamada conectó, pero nadie respondió.
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Mientras tanto, en otro rincón del estacionamiento, Lyra estaba de pie con la boca tapada.
Adrian la habí