Mundo ficciónIniciar sesiónEl amanecer llegó sin aviso, deslizándose por las cortinas como un ladrón cansado.
París despertaba con el sonido distante de las campanas, pero en la casa del Marais, el tiempo parecía detenido.Eleanor permanecía junto a la ventana, envuelta en un chal oscuro, observando cómo la luz pálida se derramaba sobre los tejados.
Cada minuto que pasaba sin noticias era una herida. El reloj de la repisa marcaba las seis, luego las siete, y aun así, ninguna señal de Gabriel.Clara, desde la mesa, fingía estar ocupada con una taza de té que







