El estruendo del primer disparo de Karim no solo rompió el silencio, sino que destrozó todo el teatro montado de la rendición. El sicario, el hombre que intentaba flanquear a Eleanor, cayó sin un quejido, y su rifle táctico resbaló sobre el piso de concreto.
La oscuridad que había provocado el pulso electromagnético del maletín era absoluta, densa como el crudo sin refinar, y había creado un caos perfecto.
— ¡Maldición! ¡Están armados! — gritó Caldwell, su voz de senador ahora sonaba rasgada por el pánico.
— ¡Cálmate! ¡Esto es solo un tiro de advertencia! — intentó calmarlo Amir, pero su propio tono estaba al borde de la histeria. Su rostro, que antes reflejaba suficiencia y soberbia, ahora era una máscara de terror. Su dinero se había ido de entre sus manos, como el agua, y si esta misión fallaba, su vida corporativa también terminaría.
Los hombres de Caldwell y Amir, habían sido cegados por la oscuridad y aturdidos por el pulso electromagnético, y en medio de aquel desorden disparab