El silencio en la oficina legal de Samantha era tan cortante como el cristal de la mesa de reuniones.La tensión amplificaba el nerviosismo de Eleanor y la impaciente frialdad de Tariq.Ella estaba sentada, con las manos entrelazadas con fuerza bajo la mesa, y sus ojos fijos en él.Tariq, al otro lado, era una estatua de mármol costoso, con su traje cortado a medida, postura impecable, y su expresión, una máscara de indiferencia calculada.Samantha, abogada y amiga de la “novia”, alternaba la mirada entre ambos, intentando tender puentes en un abismo.— Señorita Vance —comenzó Tariq, su voz grave, con un ligero acento que le daba un tono exótico y autoritario.— Samantha me ha expuesto su situación. Entiendo que está... desesperada. —La palabra, pronunciada con una calma hiriente, perforó a Eleanor como una aguja helada, y la humillación la hizo enrojecer.— Y usted, señor Al-Farsi —replicó Eleanor, con voz temblorosa, pero con una chispa de fuego en ella. — Entiendo que está... acorr
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