Omar Haddad, el Protector, el Guardián de la Rosa, había cumplido al fin con su destino.
El cuerpo sin vida de Omar yació entre ellos, él fue un escudo para ella. Eleanor se quedó en silencio, y sus lágrimas se detuvieron reemplazadas por un vacío helado y hueco. El sonido de su grito se había ido, pero el eco de la muerte era ensordecedor.
— Es inútil, Tariq, ya perdiste a tu Guardián. Ahora, te toca a ti — dijo Amir, sintiendo una renovada confianza al ver el dolor en los ojos de su primo. Caldwell, más pragmático, recargó su arma.
Tariq miró el cuerpo de su amigo, su hermano en armas de quien se había distanciado por culpa de las intrigas de Amir. El resentimiento hacia su padre, la rabia por Kamil, la agonía por la pérdida de Omar, todo se fusionó en una determinación fría y destructiva.
Tomó la mano de Eleanor, la que Omar había unido a la suya, mientras ella seguía aferrando el medallón de la Rosa del Desierto en su mano libre para tener algo que le trajera la sensación se segur