La oficina de Tariq en la cima de la Torre Al-Farsi parecía un acuario de cristal bajo ataque, afuera la noche de Manhattan era indiferente, adentro la presión que el cuerpo legal ejercía sobre él era asfixiante.

— No es una elección señor Al-Farsi, es una realidad judicial — dijo el abogado principal, un hombre delgado y nervioso llamado Patterson, su voz era áspera y sin emoción, que solo le explicaba la realidad clara y franca.

Tariq estaba de pie frente al ventanal, con la espalda hacia los tres hombres que representaban su destino legal, la noticia que acababan de darle era un golpe de Estado legal a todo lo que él representaba, esto no era un simple contratiempo.

Pero antes de que Patterson pudiera continuar, Tariq sintió la vibración insistente de su teléfono sobre el escritorio y corrió a revisarlo. Era un mensaje de texto de un número desconocido, pero que él identificó de inmediato, Dylan Hayes.

El mensaje era frío y de advertencia, y desde luego se sumaba a la sentencia que