Inicio / Romance / El Halcón Dorado y la Rosa del Desierto / 6 El Filántropo y la Esposa Invisible
6 El Filántropo y la Esposa Invisible

La vida en la cima era un eco.

Eleanor se movía por el Penthouse de Tariq Al-Farsi, un mausoleo de mármol y cristal, con la misma sensación de ser una intrusa que la primera vez. El silencio era su único compañero.

Tariq estaba ausente, un esposo fantasma. Un nombre en un contrato, que la había rescatado del desastre cuando más lo necesitaba.

— ¡No lo entiendes Sam! — la desesperación en la voz de la chica era palpable. — Es verdad que ese extraño me salvó de la ruina y de ir a prisión, pero me ha condenado a la más absoluta soledad. — Dijo suavemente por teléfono, no se arriesgaría a hablar muy fuerte pues no quería ser escuchada y sonar como una desagradecida.

— Yo lamento mucho lo que estás pasando, y no es por atormentarte pero ¡yo te lo advertí! Cuando me presentaste a Dylan te dije que tenía el perfil de un estafador.

— Ya me lo has dicho muchas veces… y tienes razón, pero ya no puedo devolver el tiempo y deshacer lo que hice. Eso no evita que me sienta asfixiada… y sola.

Su vida era una rutina de desayunos fríos en un balcón con vistas a Central Park, tardes en una biblioteca que no leía y noches en una cama demasiado grande para una persona sola.

— Sé que este no es un matrimonio real, es un acuerdo. Pero me ha recluido en una jaula de oro. Soy un canario que no puede volar. — Eleanor dijo con tristeza.

— Y, Tariq no es mi esposo, es mi carcelero, aunque la puerta este abierta.

La puerta de la suite se abrió con un murmullo suave y la figura discreta de Jamila, el ama de llaves, entró sin hacer ruido, interrumpiendo su conversación con Samantha.

Su rostro, lleno de arrugas de sabiduría, se suavizó al ver a Eleanor.

— Señora, el señor Tariq la espera. La gala benéfica es esta noche. Quiere que lo acompañe.

— ¿Acompañarlo? Apenas lo he visto en semanas. ¿Por qué quiere que vaya?"

Eleanor sintió un escalofrío. La gala. Un circo de magnates, un escenario para que Tariq la exhibiera como su "trofeo".

Pero también para que ella estuviera expuesta a las habladurías de la gente.

La “pobre chica. Su novio la engañó. La robó y luego se deshizo de ella. Que desafortunada”.

Oh, “ahora es pobre, su ex prometido la dejó en bancarrota”.

Estaba cansada de escuchar ese tipo de comentarios cada vez que veía a alguien de su antigua vida.

Jamila la sacó de sus pensamientos.  

— Hay reglas en este mundo, señora Eleanor. Y el señor Tariq... él las sigue todas. Su padre le enseñó que la apariencia lo es todo. — Hizo una pausa.

— Le he preparado el vestido. Es un diseño simple, pero elegante. La hará brillar entre la multitud.

— No quiero brillar. — Susurró Eleanor.

Se puso un vestido negro de seda, sin adornos. No iba vestida para impresionar, iba vestida para desaparecer en la multitud.

El dolor de la traición de su ex novio Dylan y su abogado seguía vivo, un recordatorio constante de que no podía confiar en nadie. La vida la había traicionado una vez. No volvería a suceder.

— Mi única misión es mantener su fachada.

La gala benéfica zumbaba. Copas. Risas. Dinero. Música. Era un torbellino de luces y conversaciones superficiales. Eleanor se sentía una pieza más de utilería.

Un vestido que no era propio. Una sonrisa que no sentía. Tariq, a su lado, era un muro de hielo. Había evitado su mirada toda la noche. Intercambiaban monosílabos cuando la gente se acercaba, fingiendo una cercanía que no existía.

Él la presentó a sus socios con una sonrisa fría.

— Mi esposa, Eleanor. — Las palabras eran una formalidad vacía. No había calidez, no había amor. Solo un reconocimiento de su estatus.

Eleanor se escabulló. Necesitaba aire. O al menos, un rincón donde no se sintiera tan invisible. Se detuvo junto a una imponente escultura.

Un hombre se acercó. Tenía el cabello oscuro. Una sonrisa cálida y ojos que prometían calma.

— Lo siento, ¿está admirando la pieza? — Su voz era suave. Atractiva.

Eleanor giró. Omar Haddad. Lo había visto en revistas. Filántropo. De buena familia.

— Sí — dijo Eleanor. — Es... poderosa.

— Como tú. — Omar respondió. Su mirada se posó en ella. Sin juicio. Sin arrogancia. Sin el frío de Tariq. Con algo más.

— ¿Eleanor, verdad?

— Sí. — Su corazón dio un vuelco. Él sabía su nombre. Un desconocido. Y Tariq, su marido, actuaba como si ella fuera una sombra.

— Omar Haddad. No quería que estuviera sola, así que quise acercarme a usted. Además, tengo que decirle que se ve radiante con ese vestido. — Extendió la mano. Su tacto fue cálido. No el apretón firme y distante de Tariq.

— Un placer, de verdad. — Eleanor asintió y se sonrojó por el cumplido.

Omar Haddad era diferente. Un contraste total con la frialdad de Tariq.

La conexión entre ellos fue instantánea, una chispa que la hizo sentir cálida por primera vez en mucho tiempo. Omar no la veía como un mal necesario para obtener la nacionalidad, la veía como una persona.

— Gracias, señor Haddad. Usted es muy amable.

— La vi sola y pensé que no podía dejar a una dama tan hermosa y elegante en la oscuridad. —  Dijo con una sonrisa.

— No es necesario que me llame por mi apellido. Me gusta la filantropía, y me gusta ayudar a las personas que lo necesitan. Pero no puedo hacerlo solo. Necesito la ayuda de personas como usted, con un corazón tan puro.

Eleanor se sorprendió de que él pudiera ver a través de su fachada.

— ¿Por qué dice eso? — preguntó.

— No lo sé. Es solo un presentimiento. En los negocios, soy pragmático. Pero en mi vida, sigo un instinto que no comprendo, una necesidad de proteger a los demás, de luchar por ellos. — Comenzó.

— Es algo que me viene desde que era un niño, y que me ha llevado a fundar mi propia empresa. La filantropía es la única forma de que pueda dar rienda suelta a esta necesidad que tengo de ayudar a los demás. — Eleanor se sintió conmovida.

La forma en que hablaba, la forma en que sus ojos brillaban con una pasión que era tan real, la hizo sentir que podía confiar en él. La soledad que sentía se desvaneció.

Hablaron. De la fundación de Omar. De arte. De la vida. Omar era diferente. Escuchaba. Sus ojos, llenos de una sinceridad que Eleanor no veía desde hacía mucho.

— Mi fundación ayuda a niños con talentos especiales. — Omar explicó.

— Soñadores. Como tú, Eleanor. — Eleanor sonrió. Una sonrisa real. Una que no se presentaba en su rostro desde hacía tiempo.

— ¿Yo?

— Sí. — Omar afirmó.

— Veo algo en ti. Una fuerza. Un anhelo. Como si estuvieras destinada a algo grande. — Eleanor sintió un escalofrío. Sus déjà vus. Su medallón. Las palabras de Jamila. La "Rosa del Desierto".

— Me gustaría que nos visitaras. — Omar siguió. — Quizás podrías ayudar. Tu visión sería invaluable.

Eleanor se sonrojó por segunda vez esa noche y por causa de un hombre que no era “su esposo”. No por el cumplido. Si no por la conexión. Rápida. Demasiado rápida.

Ella asintió.

— Eso me encantaría. — Era una oportunidad. Algo para ella.

Una mano se posó en su brazo. Fría. Fuerte. Tariq.

— Mi esposa está ocupada, Omar, — la voz de Tariq era de hielo. Cortante. Un cuchillo. Eleanor se estremeció.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP