La mañana se sentía turbia, Tariq había partido para enfrentar la amenaza de Dylan, dejándola sola con el peso de la confesión y la certeza de que su vida dependía de la lealtad de un hombre acorralado. Eleanor, al borde del colapso por la toxicidad de Zeina y la presión de Fátima, se rindió a la necesidad de desahogo y llamó a Omar.
Se encontraron en una cafetería discreta, Omar la recibió con una calidez que contrastaba con la frialdad metálica del penthouse, él era un hombre amable.
— Estás al límite, Eleanor, pareces a punto de romperte — dijo Omar — ¿Te estas alimentando bien? estas pálida — comentó mientras tomaba sus manos sobre la mesa, un gesto que ella permitió necesitada de contacto humano.
Eleanor tomó aire, sus ojos inyectados por la falta de sueño y la frustración, su máscara de resolución se desmoronó y las palabras salieron como un torrente de angustia.
— Es un infierno, Omar. No es solo la prometida, es la sensación de ser un lastre en la vida de Tariq, Zeina me odia y