La furia de la noche anterior se había asentado en el penthouse como una capa de ceniza fría. Tariq no había vuelto a mencionar a Omar, ni su furia. Simplemente le había ordenado a Eleanor que se vistiera.
— La reunión ha sido reprogramada Eleanor, hoy estarás conmigo — le dijo ignorando su expresión de incomodidad.
Pero en lugar de llevarla a la fortaleza que era su corporación, el chófer se detuvo frente a un muelle privado. Tariq la condujo a un yate de lujo anclado en el muelle. Era su santuario, su lugar para retirarse y pensar cuando el agotamiento y la presión de su vida lo superaban.
No era una reunión de negocios a la que se dirigían, era una tregua forzada con la mujer que había hecho su esposa para obtener un favor legal, y de la que se había beneficiado directamente. No podía continuar enfrentándose a ella, porque la sofocaría y ella terminaría arruinándolo todo.
— ¿Un yate? Que Interesante. ¿Es tu forma de pedir disculpas por arrojar mi teléfono y humillar a tu socio? —