La tensión en la mesa del restaurante de lujo se cortaba con el cuchillo afilado. Tariq Al-Farsi no sonreía. Su mano, anclada a la cintura de Eleanor, era un peso muerto, una declaración de propiedad. Omar Haddad, conocedor de la mitología ancestral, y completamente consciente de la rivalidad moderna, mantenía una calma irritante.
El socio, un magnate petrolero llamado Barakah, intentó romper el hielo.
— Tariq, me sorprende que no estés familiarizado con el trabajo de Omar. La Fundación Rosa del Desierto es un proyecto maravilloso, humanitario. Deberías apoyarlo. — El otro sugirió, como algo común y corriente.
Tariq, clavó la mirada en Omar, sus ojos verdes esmeralda eran dos fragmentos de hielo pulido.
— La filantropía es un asunto noble, Barakah. Pero la realidad es que los proyectos humanitarios son, en el mejor de los casos, poesía en un balance general. — Su voz era mesurada, pero cada palabra un veneno dirigido.
— La Fundación de Omar es admirable, sin duda. Pero mi grupo solo in