Los últimos días habían sido complicados.
Eleanor no paraba de darle vueltas en su cabeza a todo lo que le había estado ocurriendo. No lo entendía, había intentado varias veces pedirle a Tariq que se lo explicara pero él se había negado poniendo cualquier excusa.
— Tariq, por favor, no entiendo nada de lo que me está pasando. ¿Por qué lo pones tan difícil, solo explícamelo? — Ella rogó.
— Ahora no Eleanor, estoy muy ocupado con unas licitaciones de las que debe hacerme cargo ahora. Será en otro momento. — Él se zafó por la tangente.
Así habían transcurrido los días después de su desmayo, le había atribuido el mismo al cansancio y a su mal dormir. Parecía que conciliar el sueño se estaba volviendo todo un reto, sobre todo porque, cada vez que ponía la cabeza en la almohada, los recuerdos e imágenes de su pesadilla se agolpaban en su mente atormentándola.
La noche llegó al penthouse como un telón de terciopelo que escondía secretos.
Tariq Al-Farsi estaba en su oficina. No revisaba infor