Eleanor se vistió para esa noche.
El vestido de seda verde esmeralda se sentía como una segunda piel, ajustado a su figura, elegante y recatado, como Tariq había exigido. Al mirarse en el espejo, el color le recordó, no a la esperanza, como se supone que debe evocar el verde, sino a la tierra: a una tumba de arena bajo un sol inclemente.
Sus dedos buscaron consuelo y se cerraron alrededor del medallón de su abuela en su pecho. Era de oro antiguo, con un relieve que parecía un sol o un ojo, no estaba segura.
En ese momento, Tariq entró en la habitación. Sus ojos se clavaron en el medallón. Su rostro se descompuso.
— Quítate eso. — ordenó.
— No. Es mío y me gusta. No me lo quitaré — replicó Eleanor, desafiante.
— Te lo ordeno — Tariq avanzó, sus pasos eran amenazantes y predatorios.
— ¿Por qué? — Eleanor lo enfrentó. — Es solo una joya antigua, era de mi abuela. ¿Qué mal puede hacer?
Tariq ignoró la pregunta. Su mano se extendió. Eleanor no tuvo tiempo de reaccionar. Su mano atrapó el m