El sol se filtraba tímidamente por las pequeñas ventanas enrejadas de la cabaña, pintando el suelo de madera con rayas doradas. El aire, antes denso por la humedad de la lluvia, ahora olía a leña quemada y a las hierbas secas que colgaban del techo. Elena, acurrucada en una silla junto al catre, había sucumbido al cansancio y dormitaba, el sonido suave de la respiración de Lucas como una nana extraña. Ramiro, inmutable, seguía sentado a la mesa, observando el mapa, una silueta en la quietud de la mañana.
Un gemido. Un sonido bajo y áspero que rompió el silencio. Elena abrió los ojos de golpe, su mente despertando de golpe. Lucas. Él se movía.Su cuerpo se agitaba ligeramente en el catre, su rostro contraído por el dolor. Sus ojos, antes cerrados, se abrieron lentamente, parpadeando, intentando enfocar. Elena se inclinó hacia él, su corazón latiéndole con fuerza.-Lucas -susurró, su voz cargada de alivio.Él la miró, sus ojos os