El zumbido de las balas y los gritos de los mercenarios se habían alejado un poco, un indicio de que la férrea defensa de Ramiro estaba funcionando. Elena, atrapada en el coche volcado, se aferraba al teléfono de Lucas, las últimas palabras del Don resonando en su mente: "Proteja a Lucas. A toda costa". La vida del hombre que había amado, y la suya propia, dependían ahora de ella y de un fantasma del pasado.
Intentó soltar el cinturón de seguridad, sus dedos temblaban, pero la presión del dolor y la adrenalina la hacían torpe. Luchó contra él, el metal frío clavándose en su piel. Finalmente, con un clunk liberador, el cinturón cedió. Se movió con dificultad, sus músculos protestando, y se giró para mirar a Lucas. Su rostro estaba pálido, y su respiración era superficial.
-Lucas -susurró, una punzada de pánico al no ver reacción.
De repente, una sombra se cernió sobre la ventana rota del conductor. Elena levantó la vista, el corazón en un puño. Era Ramiro. Su rostro, surcado por profun