El eco de los disparos resonaba en la oscuridad del bosque de Londres, una sinfonía macabra que envolvía el coche volcado. Elena estaba atrapada, su cuerpo adolorido, y el terror de estar a merced de los Russo se mezclaba con una nueva y desesperada esperanza: el "Viejo Ramiro" estaba allí. La voz, inconfundiblemente la de un amigo de la infancia de su padre, una leyenda en los barrios bajos, había regresado en su hora más oscura.
El tiroteo continuaba, un intercambio furioso de balas que iluminaba brevemente las copas de los árboles. Los gritos de los mercenarios se mezclaban con el sonido seco de los disparos de Ramiro y sus aliados. Elena sintió una punzada de alivio, pero también una nueva oleada de pánico. Estaban en medio de una guerra.De repente, el teléfono de Lucas, que había caído en el suelo, vibró con un sonido insistente. Era el mismo tono discreto de antes. Elena se estiró con dificultad, sus dedos rozando el aparato. Lo agarró, su mirada f