Darío se había quedado inmóvil, su mente luchaba por procesar que su hermana, por la que había arriesgado todo, estaba ahora a solo unos metros.
Luciana fue la primera en moverse, pero su mano se detuvo a medio camino, sintiendo que la magnitud del momento era estrictamente entre hermanos… bueno, entre Elena y Dario, ella quedaba para después.
Darío soltó un aliento que no sabía que estaba conteniendo, sus ojos, se derritieron de repente en un torrente de alivio y el afán de correr hacia su misión se disipó por completo.
— Elena... — La palabra se le escapó como un gemido, un nudo en la garganta que se negaba a romperse, como un susurro roto, un trío de sílabas cargadas con semanas de desesperación, culpa y el miedo constante de haberla perdido para siempre — Estás aquí...
Elena corrió hacia él como alguien que llega a puerto seguro después de una tormenta, Las dudas, las mentiras que le habían taladrado la mente, sobre si Darío había matado a Luca o a su padre, se desvanecieron ante