Mundo ficciónIniciar sesiónEl rugido del motor del camión no era tan ensordecedor como el latido de Luciana contra su caja torácica, se había girado hacia el compartimento de carga, donde Marco Bianchi estaba arrodillado, amordazado y magullado, su ropa, usualmente impecable, estaba hecha jirones.
— ¡Emilio! —La voz de Luciana, se alzó, ya no la de la arrogante Chiara, sino la de una mujer al borde del pánico — ¿Qué significa esto? Marco es mi aliado.
Emilio, el custodio de los Frescos, mantenía una calma absoluta, concentrado en la ruta que lo llevaba a través de callejones estrechos y zonas de servicio de la Ciudad del Vaticano.
— Cálmese, Signorina Luciana — dijo Emilio, sin mirarla, su tono era monótono, y sin emoción — El Guardián no confía en nadie que haya trabajado para los los Ferraro o incluso los Mancini, solo confía en los principio







