Dario ladeó la cabeza con incredulidad después de haber escuchado la negativa de la chica y, acostumbrado como estaba a no recibir respuestas negativas a sus disposiciones y a que nadie le llevara la contraria, se la quedó mirando como si le hubiera crecido una segunda cabeza.
— Perdón, ¿Qué dijiste? — Casi escupió.
— ¡No voy a dormir cerca de esa cosa! — Ella repitió con rabia, no estaba loca como para poner su vida o la de alguien más en riesgo por un caprichito del machito este.
— Mi fiore — Él se acercó tentándola con toda su fisionomía, pero con la mirada helada — No es una opción, es una orden y mis órdenes se obedecen, punto.
Ella se puso las manos en las caderas y lo atravesó con la misma mirada fría e implacable.
— ¡Oblígame! — Lo retó.
Él soltó una carcajada llena de burla e incredulidad. ¿En serio lo estaba retando?
— Muy graciosa, no debiste decir eso, mi fiore… ahora tómala y póntela en la cintura.
Luciana se cruzó de brazos sin moverse un solo centímetro del sitio en don