El amanecer se alzaba con una belleza inquietante sobre Luminaria. Nubes color sangre se extendían por el cielo como presagio de un día inusual, y un aire denso, cargado de electricidad, recorría las calles. Desde los acantilados del sur hasta los confines de los valles del este, todo parecía contener la respiración. El eco de lo ocurrido con los clanes del Valle Sombrío aún vibraba en la atmósfera, y aunque la amenaza había sido contenida, la sensación de que algo aún no estaba resuelto no dejaba de aflorar en los corazones más sensibles.
En el interior del Templo de la Luna Rota, la alta sacerdotisa Ilene tejía con hilos de luz y sal, invocando antiguos ritos de protección. Las runas flotaban a su alrededor, danzando en un espiral ascendente que resonaba con un zumbido bajo y continuo. Amara observaba desde la entrada, envuelta en su capa ceremonial. Sus ojos violeta reflejaban las llamas sagradas y la tensión del día.
—Hoy sentirás el pulso de lo oculto —dijo Ilene s