Con la paz restaurada tras el ritual del mar, Luminaria despertó a una nueva era. La criatura marina había sido apaciguada, no con violencia, sino con canto, y ese hecho marcó un antes y un después en la historia de los tres pueblos. Ahora, la amenaza inmediata había desaparecido, pero el eco de aquel canto seguía resonando en los corazones, impulsando nuevas ideas, nuevas preguntas, y sobre todo, nuevos sueños.
Amara observaba desde lo alto del faro mientras el pueblo se movía con una calma activa. Niños jugaban junto a la playa, guardianes patrullaban las calles no como vigilantes tensos, sino como centinelas que cuidaban algo precioso. Ella sentía en su vientre los latidos acompasados de la nueva vida que creía, una vida que sería testigo de ese renacimiento.
Una semana después del ritual, se convocó una sesión extraordinaria del