Capítulo 68: Semillas en el Viento
La primavera había llegado a Luminaria con una fuerza tan vibrante que parecía que la tierra misma celebraba la victoria del canto. Los campos, antes marcados por las huellas de la reconstrucción, ahora se extendían como un tapiz vivo de colores. Amapolas blancas ondeaban suavemente al ritmo del viento, girasoles carmesí seguían el sol con reverencia, y los cerezos rebosaban de flores pálidas que caían como copos encantados.
Amara caminaba lentamente por uno de los senderos que rodeaban los campos, su vientre ya redondeado por los meses de gestación. Llevaba un vestido ligero de lino lavanda, bordado con hojas plateadas, regalo de las tejedoras humanas. A su lado, Lykos mantenía el paso con mirada atenta, siempre vigilante, pero también sereno. Había algo en la primavera que incluso lograba calmar su instinto de