El tiempo se volvió espeso, como si cada segundo arrastrara el peso de una eternidad. En el hospital, el tic tac del reloj se confundía con el goteo del suero, con el susurro de las máquinas, con la respiración entrecortada del dolor.
Evelyn seguía sumida en un coma profundo. Su cuerpo, inmóvil bajo las sábanas blancas, parecía librar una batalla silenciosa. La herida abdominal había comprometido múltiples órganos: hígado, intestino delgado, y parte del colon. Había pasado por dos laparotomías y todavía no respondía. Estaba conectada a ventilación mecánica, con soporte inotrópico. El pronóstico seguía siendo reservado.
Benjamin no se movía del pasillo. Cada vez que cerraba los ojos, la imaginaba riendo&hell