La ciudad respiraba con dificultad tras la tormenta. Desde lo alto del penthouse de Olivia y Liam, las luces parpadeantes parecían pequeñas heridas abiertas en la piel de un mundo que aún sangraba. El silencio que llenaba la estancia no era paz… era espera. Como el instante exacto antes de que un corazón deje de latir.
El aire estaba denso, cargado de tensión no dicha. Olivia se encontraba de pie, descalza, con la mirada fija en el horizonte. A su lado, los monitores encendidos del hospital proyectaban la imagen de Liam: inconsciente, con tubos cruzando su piel como serpientes de plástico. Más abajo, en otra sala, Evelyn luchaba por su vida con cada respiración artificial.
La muerte de De Luca había sido un alivio fugaz, un espejismo de justicia que se desvanecía tan pronto como sus