La mañana llegó sin pedir permiso, arrastrando consigo una claridad tibia que apenas lograba filtrarse por los ventanales de la habitación. Pero ni siquiera la luz del amanecer fue suficiente para disipar las sombras que se aferraban a las paredes. El aire seguía denso, saturado de verdades reveladas y secretos que apenas empezaban a salir a la superficie.
Habían dormido juntos, sí, pero no realmente. El descanso fue una ilusión. Ambos se revolvían bajo las sábanas como si las pesadillas se hubieran materializado en cada rincón del colchón. Los ojos cerrados solo los hacían más vulnerables a los recuerdos que ahora amenazaban con resquebrajarlo todo.
Y, aun así, el mundo seguía girando. El sistema no se detendría para esperar a que sus heridas sanaran. La vida no tenía piedad, y ninguno de los dos estaba dispuesto a dejar que el peso del pasado los apl