La habitación aún olía a deseo. Las sábanas estaban desordenadas, húmedas de calor, piel y confesiones sin palabras. Olivia tenía la cabeza apoyada en el pecho de Liam, su respiración todavía irregular. Él le acariciaba el cabello, distraído, como si su mente ya no estuviera allí. Como si algo más—algo oscuro—hubiera entrado con ellos en la cama.
Una sombra atravesó sus ojos.
—Hay algo más que necesitas saber —dijo él de pronto, rompiendo el silencio íntimo como si lo cortara con un bisturí.
Olivia levantó la cabeza lentamente. Su expresión cambió. El cuerpo se le tensó como un resorte a punto de romperse.
—¿Qué cosa?
Liam tragó saliva. El tono dulce de antes desapareció. Ya no era el hombre que le susurraba promesas contra la piel, sino alguien q