Capítulo 14: La promesa y la advertencia
El salón principal resplandecía con una elegancia que rozaba lo teatral.
Los invitados ya estaban en sus asientos, rodeados de destellos discretos, perfumes caros y murmullos contenidos. A la izquierda del altar, la familia Macmillan ocupaba la primera fila como una línea de realeza corporativa.
James Macmillan, erguido como un general, sujetaba su bastón de caoba mientras conversaba con Anthony Walton, su reflejo en otro espejo de poder. Dos patriarcas. Dos tiburones viejos que, tras años de guerra silenciosa, sellaban la paz uniendo a sus herederos en un pacto de hierro disfrazado de boda.
Charlotte Macmillan mantenía el mentón alzado, con los labios tensos y el orgullo intacto. A su lado, Amelia —hermosa y serena en un vestido azul medianoche— apretaba su copa de champagne como si la sostuviera por costumbre más que por deseo. Sus ojos vagaban hacia la entrada, vacíos por la ausencia de su esposo muerto. Imaginando, tal vez, cómo habría sido