Mundo ficciónIniciar sesiónEl agua caía como una caricia líquida desde las fuentes del spa del hotel Mandarin, donde Damien había insistido en llevarla “para que se relajara”. Todo allí parecía diseñado para hacer olvidar la realidad: paredes de mármol blanco, velas encendidas con llamas suaves que lanzaban destellos dorados, y una fragancia de lavanda, vainilla y sándalo que flotaba en el aire, envolviéndolo todo en un sueño tibio.
Sophie se recostó en la camilla de masaje, cubierta apenas por una toalla blanca. La masajista, una mujer de movimientos expertos, deslizaba sus manos por su espalda con lentitud, aplicando presión en los puntos exactos. Cada movimiento hacía que su cuerpo se rindiera un poco más al placer físico, pero su mente no lograba hacer lo mismo.
Intentaba concentrarse en la sensación del aceite tibio sobre su piel, en la música inst







