La noche envolvía a Nueva York con su telón de luces titilantes. El penthouse de Damien Blackwood parecía suspendido sobre la ciudad, un refugio de lujo con ventanales de piso a techo que mostraban la urbe como un mar de diamantes. Dentro, el silencio se rompía solo por el leve sonido del papel al pasar entre los dedos de Sophie.
Estaba sentada en un sofá de terciopelo gris, con las piernas recogidas sobre el cojín, hojeando una revista de modas que había encontrado sobre la mesa baja de mármol negro. La portada mostraba un desfile en París, vestidos imposibles de colores metálicos, pero su mente estaba lejos de la superficialidad de aquellas páginas.
El suéter de cachemira color marfil acariciaba su piel como una segunda capa de suavidad. Damien lo había mandado a comprar para ella, igual que los shorts de algodón que le permitían moverse con comodidad sin dejar de sentirse femenina. Había aprendido que él no soportaba verla desprovista de confort ni de belleza, como