La mansión estaba envuelta en un silencio plácido, interrumpido solo por el lejano sonido de la televisión. En la planta alta, Emma ya dormía como un angelito, la conversación con su madre la dejo pensando hasta quedarse dormida.
Catalina, sentada en el estudio, revisaba algunas notificaciones en su tablet. Llevaba un vestido entallado color marfil, y su perfume dejaba una estela delicada a jazmín y almizcle. Su expresión estaba serena, concentrada… buscaba toda información que tuviera que ver con Ana Lucía, no entendía que era lo que le gustaba a Maximiliano. Hasta que escuchó el timbre sonar.
Frunció el ceño.
Nadie solía presentarse sin avisar en esa casa y menos a esas horas.
Se levantó con una calma elegante, sin prisa, aunque por dentro sentía un hormigueo molesto. Caminó hasta la puerta principal y, al abrirla, su gesto se congeló.
—¿Tú? —fue lo único que dijo.
Mariela estaba allí, de pie, vestida con ropa cara pero algo arrugada, su maquillaje impecable aunque con un aire más f