Capitulo 85

El cielo de la ciudad se extendía gris, cubierto por nubes suaves como algodón sucio. Desde el ventanal del salón, el jardín se veía inmóvil, con las flores ligeramente agitadas por una brisa fresca. En el interior, la casa permanecía en silencio, salvo por el eco lejano de una serie infantil que sonaba apagada desde la televisión del cuarto de Emma.

Catalina estaba sentada en uno de los mullidos sillones del salón principal, con una taza de té entre las manos perfectamente cuidadas. Vestía ropa cómoda, pero elegante, el tipo de prendas pensadas para impresionar sin parecer que se intenta demasiado. Sus labios, pintados de un rojo discreto, se curvaron en una sonrisa leve al escuchar los pasos pequeños de Emma acercándose por el pasillo.

—¡Mamá! —gritó la niña al verla—. Terminé mi dibujo. ¿Quieres verlo?

—Claro, mi amor —respondió Catalina con dulzura, dejando la taza sobre la mesita de cristal—. Ven, a ver qué obra maestra hiciste esta vez.

Emma le mostró la hoja con trazos colorido
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