Capitulo 55

El reloj marcaba las once pasadas. La mansión dormía, sumida en una quietud tan densa que cada pequeño sonido parecía una confesión.

Desde la habitación, la brisa nocturna se colaba por las ventanas entreabiertas, moviendo suavemente las cortinas blancas como si respiraran. Afuera, los árboles se mecían con pereza bajo el cielo cuajado de estrellas. El aroma del jazmín que florecía en el jardín trepaba hasta lo alto, envolviendo la estancia en un perfume delicado, casi hipnótico.

Ana Lucía estaba recostada junto a Maximiliano, con la cabeza sobre su brazo, su cuerpo recogido en una postura de descanso, pero sus ojos muy abiertos, como si su alma no terminara de acomodarse en la plenitud de aquel momento.

Él la observaba en silencio.

No había palabras. Solo respiraciones suaves y miradas que se buscaban en la penumbra tibia de la habitación.

El edredón claro cubría sus cuerpos hasta la cintura. Ana llevaba un camisón fino de seda, de tirantes delgados, que dejaba ver la curva de sus ho
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