Capitulo 39

El portón de la mansión se abrió con su característico chirrido metálico justo cuando el sol del mediodía comenzaba a colarse entre los árboles del jardín. La brisa movía las hojas con suavidad, dejando caer algunos pétalos de bugambilia sobre el empedrado del camino. El chofer giró lentamente por la entrada mientras Emma canturreaba una melodía infantil desde su asiento trasero, agitando a Mr. Panda por la ventanilla.

Ana apretó su bolso. El nudo en su estómago se apretó cuando vio otro auto —negro, elegante, arrogante como su dueño— detenerse casi al mismo tiempo frente a la casa. El corazón le dio un vuelco.

—No… justo ahora no —susurró, con la voz apretada por la tensión.

Emma ni se inmutó. Saltó del coche apenas este se detuvo, sus zapatillas de charol rosa haciendo un leve tap tap sobre el suelo al correr hacia la entrada. El sol brillaba en su tutú, haciendo que las lentejuelas destellaran como pequeñas estrellas.

—¡Papá! —gritó al verlo descender del auto con sus gafas oscuras
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