Capitulo 155

La lluvia había amainado al caer la noche, pero las calles seguían húmedas, brillando bajo la luz amarillenta de los faroles. El motor del auto de Maximiliano rugía grave mientras ascendía por el camino empedrado que conducía a la mansión. Los neumáticos dejaban un rastro de agua sucia y hojas mojadas, y cada crujido bajo las ruedas parecía subrayar la tensión que lo consumía por dentro.

La mansión se alzó frente a él, majestuosa y solemne, con los ventanales encendidos como ojos que lo observaban. En condiciones normales, aquel lugar le transmitía orgullo y seguridad; ahora, en cambio, parecía un escenario tomado por la traición, un terreno en disputa.

Apretó con fuerza el volante antes de estacionar. Respiró hondo, intentando contener la rabia que hervía en su pecho. Su mandíbula se tensó tanto que le dolió.

—Llegamos princesa.

Emma asintió, pero en su carita no reflejaba nada de felicidad.

Tomó el portafolio del asiento trasero, aunque sabía que, en esta ocasión, los papeles no ser
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