Capitulo 148

El amanecer llegó con una calma engañosa. El cielo, teñido de tonos pálidos, parecía sostener la promesa de un día tranquilo, pero Maximiliano sabía que esa calma era apenas el preludio de una guerra silenciosa. La noche anterior había tomado una decisión: daría su primer movimiento contra Catalina. No podía seguir esperando, no cuando veía cada día cómo su hija se marchitaba entre silencios, llantos contenidos y miradas cargadas de miedo.

El apartamento estaba en silencio, salvo por el sonido suave de la cafetera en la cocina. Ana Lucía, con el cabello recogido y los ojos aún somnolientos, servía dos tazas de café mientras vigilaba de reojo la habitación donde Emma aún dormía.

Maximiliano tomó la taza de sus manos y besó sus dedos con ternura.

—Hoy llevaré a Emma a ver a alguien —dijo sin rodeos.

Ana Lucía lo miró con el ceño fruncido.

—¿A quién?

—A un especialista. Un psicólogo infantil. No puedo seguir viendo cómo se hunde en esa tristeza, Ana. Necesito entender qué pasa dentro de
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