Capitulo 29

El murmullo en el salón no cedía; era un río constante de risas ahogadas, copas que tintineaban y el click lejano de las cámaras que seguía alimentando la atmósfera como un insecto luminoso que no dejaba de zumbear. Greeicy se mantuvo erguida, perfecta en su vestido, la tela rozando la silla de ruedas con un susurro casi íntimo. Valentina jugueteaba con la orilla del vestido, distraída y confiada, su risa era una burbuja que escapaba con facilidad.

Dylan, que había estado observando todo con la quietud de quien acumula motivos antes de actuar, se inclinó hacia ella. El olor a colonia tenue, a cuero y a madera pulida le rodeó al acercarse; la música de salón golpeó el fondo con compases que hablaban de elegancia y estirpe. Él bajó la voz hasta convertirla en un hilo cálido que apenas perturbó el aire.

—¿Estás bien? —susurró, y su aliento dejó la huella de un perfume amaderado sobre la nuca de Greeicy.

Ella le devolvió la mirada con una calma que no siempre sentía. Sus manos, delicadas
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