Capitulo 49

La noche en la colina estaba envuelta en un silencio sepulcral, apenas roto por el silbido del viento que azotaba los árboles. La casa vieja, aquella donde Amalia se escondía, parecía un fantasma del pasado: ventanas rotas, maderas crujientes y un olor a humedad impregnando el aire.

Las camionetas negras se detuvieron frente al portón oxidado. Elías dio la orden, y varios hombres descendieron, armados y atentos. Dylan iba junto a él, con el rostro serio, dispuesto a enfrentar al demonio que casi destruye a su familia.

—Está adentro —murmuró Elías, señalando la luz tenue que se filtraba por una ventana del segundo piso.

Con un golpe certero, derribaron la puerta. El estruendo resonó por la casa como un trueno. Desde arriba, un grito desgarrador se escuchó:

—¡No! ¡No entren!

Amalia apareció en lo alto de la escalera, con el cabello desordenado y los ojos encendidos de furia. Sostenía una botella rota como si fuera un arma. Su respiración era agitada, y la sombra de la locura se reflejab
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