Tiempo después
El mar brillaba bajo la caricia suave del atardecer. La arena, tibia todavía por el sol de la tarde, se deshacía entre los dedos de Valentina mientras corría descalza junto a su hermano menor. Cada paso dejaba huellas pequeñas que el oleaje venía a besar y borrar, como si el tiempo mismo jugara con ellos.
Valentina, con su cabello suelto y ondeante, reía a carcajadas. A sus diez años se había convertido en una niña fuerte, creativa y feliz. En su rostro ya no quedaba rastro del dolor que había marcado su infancia.
A su lado, un pequeño de 2 años trataba de seguirle el ritmo. Su cabello oscuro brillaba con reflejos dorados bajo la luz, y sus ojitos grandes, iguales a los de Dylan, estaban llenos de curiosidad. Tropezaba de vez en cuando, pero Valentina lo tomaba de la mano con ternura, como si quisiera guiarlo en cada paso de su corta vida.
—¡Más rápido, Matías! —exclamó Valentina, estirando su brazo para jalarlo suavemente.
El niño jadeaba, pero sonrió, mostrando sus p