Mundo ficciónIniciar sesiónLa brisa de la tarde se colaba por los ventanales del ala este de la mansión Montenegro, removiendo levemente las cortinas de lino y esparciendo el aroma de los rosales recién regados. El cielo estaba teñido de naranjas y rosados, como si también quisiera ser testigo de algo que estaba por suceder. Afuera, el jardín brillaba con una luz dorada que hacía relucir cada hoja, cada pétalo, como si la casa misma respirara con expectación.
Dylan la había seguido con la mirada durante toda la tarde. Greeicy no había dicho una sola palabra desde que bajaron del auto y entraron a la casa. Caminaba con el porte altivo que usaba como escudo, con la barbilla elevada, los hombros firmes. No miraba atrás. No lo miraba a él. Cada paso de ella era una herida muda en su orgullo.Él no podía más.—Greeicy —dijo con voz firme, casi áspera, mientras aceleraba el paso y la acorralaba suavemente en uno de los pasillos solitarios de la mansión, justo al lado del gran ventanal que






