Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl atardecer se había convertido en un espectáculo digno de ser pintado. El cielo, en un degradé de fucsias y dorados, abrazaba los jardines de la mansión Montenegro con una calidez suave, casi mágica. Las hojas de los árboles danzaban con la brisa vespertina, y el murmullo de las fuentes le agregaba música al ambiente.
Greeicy empujaba suavemente la silla de ruedas de Valentina por el sendero de piedra, sonriendo al verla mirar todo con entusiasmo. Llevaban consigo una pequeña mesa plegable, pinceles, papeles y una caja de acuarelas. Valentina había insistido en que esa tarde quería pintar “el cielo más bonito del mundo” y su madre postiza no se había negado.Lo que no esperaban, era que Dylan apareciera también.—¿Van a pintar sin mí? —preguntó con fingido reproche mientras caminaba hacia ellas con las manos en los bolsillos, su camisa blanca remangada y el cabello ligeramente alborotado por el viento.Greeicy lo miró con desconfianza, pero una






