Nada está escrito en piedra. En solo unos segundos, un puñado palabras pueden cambiarlo todo. Desde la cuna, la fortuna siempre le sonrió a Owen. Hasta ese día: “Linfoma Hodkin”. Un diagnóstico que nadie quiere escuchar, incluso cuando las probabilidades de sobrevivir son muy altas, sigue siendo la gran “C”. Desde que era un niño, soñó con formar su propia familia, y ahora esa posibilidad se le está esfumando entre los dedos, por lo que deberá tomar medidas drásticas por encima de cualquier cosa. Roy es una alma libre, enamorado de la vida y del amor. Tiene una relación de bromance con Owen, tan íntima y fraternal que de vez en cuando el invitar a alguna que otra conquista a pasar un rato divertido con los dos. Para él su vida es perfecta tal y como está, sin embargo, les depara un duro y largo camino por recorrer. Giselle, es una pieza fundamental en esta historia, es quien será el punto de quiebre entre ambos. Una pareja dispareja, una chica con problemas y una propuesta que ella, a pesar de sus miedos, no podrá rechazar.
Leer másOwen se encontraba sentado tomando su café sin azúcar y su típico ceño fruncido, dibujado en su perfecto rostro, señal inequívoca para cualquier mortal de que no se atrevan a acercarse a él, ya sabían que si estaba en la cafetería de Clark Comunication, no debían, ni por educación, darle los buenos días. Sus pensamientos eran todo un caos, a sus treinta y cinco años, siendo el CEO de la compañía de marketing más exitosa de California, heredada de su padre, haber vivido la mitad de toda su vida en opulencia, lujos y derroche, cualquiera pensaría que tiene el resto de su vida arreglada y feliz, solo a la espera de vivirla. Sin embargo, justo en este momento era todo lo contrario.
Desde muy temprana edad supo lo que quería, dirigir la compañía, que todos lo respetaran y bajaran la cabeza mientras él pasaba, tal cual lo hacían con su padre, una familia y uno o dos hijos, eso era su meta, pero no sabía que lo único que le faltaría a esa ecuación bien calculada desde sus diecisiete años, sería el pilar fundamental, la piedra angular de toda familia, una madre que gestara a sus vástagos. Sus preferencias sexuales, desde muy joven, fueron claras, no tenía ningún problema en conseguir mujeres que satisficieran sus deseos, con su atlético cuerpo, su rostro perfilado y asimétrico, esos ojos con una tonalidad turquesa herencia de su madre y la barbilla cuadrada con esa hendidura en medio igual a su padre, lo único que necesitaba para hacer caer a cualquiera en sus redes era, tiempo. Y justo eso era lo que se le acababa, el tiempo. El tumor linfático creciendo en su interior era una bomba de relojería marcando cada segundo sin darle un respiro, recordó la palabras de Mateo su médico y amigo, la semana pasada. —Necesito que hagas un tiempo en tu apretada agenda para tratarte, a pesar de que el linfoma Hodgkin no es un cáncer agresivo y que se tenga la tasa de mortalidad más baja, debes pasar por el proceso de quimioterapia lo más pronto posible. La sola idea de saber que en su cuerpo crece y se esparce por segundos el cáncer, lo mantenían estresado, además, de la presión añadida por parte de Roy, su único y más cercano amigo, no lo ayudaba en nada. Su preocupación más inmediata era el hecho de que sí recibía el tratamiento podía quedar estéril y su sueño de los hijos y familia se esfumarían. Tenía que buscar una solución lo más pronto posible. —¿Desea algo más señor...? —una voz dulce y casi angelical irrumpe en sus pensamientos difusos y alocados. En la cafetería se hizo un silencio sepulcral. Owen, regresó de sus divagaciones para enfocarse en la persona que se atrevió a interrumpir su tren descarrilado, la sonrisa cálida y simpática de la rubia hacía que sus ojos se convirtieran en dos líneas que le impedían ver el color de sus iris, la chica, para él, no superaba los veinticinco años y llevaba el uniforme de la cafetería, que su cuerpo curvilíneo y bien formado forraba a la perfección. Al parecer era nueva, ya que no sabía su regla de no molestarlo cuando él estuviese allí. —Sí —respondió Owen, luego de que un foco se prendiera en su cabeza—, pero imagino que preguntas por algo de la cafetería… Gisselle. —recalcó su nombre viéndolo en el distintivo pegado en su pecho. La joven se quedó atónita, sin comprender muy bien las palabras que escuchaba, nadie le advirtió del trato hacia él y para ella, era una persona más a la cual atender, muy atractivo y con una mirada triste, según ella, que de igual forma ella necesitaba servirle. —S-Sí, claro, p-puedo ofrecerle más café o algún pastel, se nota que necesita un toque dulce en su vida. Owen, al fin, pudo ver ese azul cielo en los ojos de la chica, y definitivamente sí, necesitaba algo dulce en su vida, quizás ella pudiera ser la clave. Sacó de su chaqueta una tarjeta y ante la vista de todos, se la extendió al momento de levantarse. —Gisselle, estoy seguro de que tienes razón, pero ya debo irme, escríbeme al finalizar tu día, tengo una propuesta para ti. Sin más que agregar Owen dio media vuelta y se fue sin mediar una sola palabras con nadie más, poco a poco la cafetería volvió a su bullicio normal. Gisselle miró la tarjeta sorprendida al ver que decía “Owen Clark, CEO”. ¡¡El mismísimo dueño de la empresa!!, si bien ella sabía que no debía interrumpir al dueño si se presentaba en la cafetería, a decir verdad, no conocía su rostro, por lo que incurrió en el error de acercarse a su mesa creyendo que sería uno más de la inmensa empresa. Ella solo llevaba dos días trabajando allí y tenía la seguridad de que la echarían al finalizar el día. “Las desgracias no vienen solas”, las palabras de su padre resonaron fuerte y claro en la cabeza de Gisselle, y una opresión en el pecho casi le impidió seguir con las labores, hacia el final de la tarde, sus manos le sudaban de forma incontrolable y el dolor de cabeza no la dejaba abrir los ojos, tenía miedo, miedo de quedarse si trabajo y no poder pagar la deuda universitaria, y las otras deudas que la atormentaban día a día. El sueldo aquí era bueno y le permitiría, junto con la pensión de su difunto padre, pagar por lo menos a la universidad en un mediano plazo. Con todo y eso al checar su salida, sacó su celular y temblando como hoja marcó el número en la tarjeta. —Hola, ¿quién habla…? —La voz gruesa y rasposa de Owen retumbó en su oído y llegó como un rayo directo a su zona V, lo que la tomó por sorpresa, impidiéndole hablar al instante—, Bueno, ¿quién carajos habla…? —So-Soy Gisselle, ¿la-la chica de la cafetería…? —Por fin respondió y se palmeó la frente por lo estúpida que sonó. —Oh, sí Gisselle, qué bueno que llamaste, estaba a punto de bajar por ti, sube a mi oficina aquí estaremos cómodos y podemos hablar en privado. —Sin esperar una respuesta de su parte Owen cuelga. Una Gisselle confundida y anonadada sale del área de los casilleros, donde se estaba cambiando, hacia el ascensor, guiándose por puro instinto y algún que otro cartel que demarcaba cómo llegar a la presidencia. A esa hora de la tarde casi noche, el personal era mínimo; por lo tanto, nadie se percató de la chica para impedirle ingresar, incluso las secretarias fuera del despacho ya se encontraban rumbo a sus casas. Tímida, como era, tocó a la gran puerta marrón en un sonido casi inaudible. —Pasa… —el tono firme y amortiguado de Owen se dejó escuchar, con un suspiro hondo que ni por asomo le llegó a los pulmones, y aferrada a la correa cruzada en su pecho, pasó. Gisselle se veía sorprendida, al ingresar nota que el estilo y la decoración van por completo con la figura y el poder que irradiaría un presidente, sin saber qué hacer, se quedó en medio de la oficina, obnubilada con los dos portentos de hombres que tenía en frente, ya que, de pie y al lado de Owen se encuentra Roy con una expresión risueña y afable. En automático Gisselle hizo sus comparaciones de manera mental, donde Owen de cabello negro azabache, bien peinado y un poco largo, se ve duro, firme una persona con la que no se debe jugar, el otro rubio con el cabello en un estilosalvaje y corto, tiene una aire juguetón y alegre. —Owen, ¡es perfecta! —Roy aplaudió luego de su declaración emocionado. —¿Verdad…? —le respondió el otro y con cara de satisfacción le comenta—. Te lo dije. La mujer barrió su mirada del uno al otro, como del día a la noche, sin saber qué decir o qué hacer. Entonces el CEO se levantó de su silla y se acerca a ella para hacerla sentar frente a su escritorio. —Disculpa la efusividad de Roy, él no puede evitar demostrar sus emociones. Primero que nada, déjame presentarlos, Gisselle, él es Roy Andersen, mi mejor amigo, Roy, ella se llama Gisselle. Y si acepta la proposición que le tengo, será la madre de mi hijo. La mujer se quedó aún más perpleja al ver como esos dos hombre atractivos la llamaron a esta enorme oficina para proponerle tal cosa.Una semana después del parto Roy regresó al set de grabaciones, por muy popular y querido que fuera entre los fanáticos que agolpan los cines, la producción y la directiva encargada de las películas no podian esperarlo eternamente, así que dejó a los tórtolos al cuidado de su madre y se fue a seguir con su vida. Todo estaba normal, sin embargo, Roy se sintió vacío, su mayor amor la actuación ya no lo llevaba, la fama y el ver a miles de personas gritar su nombre al pasar, por primera vez en su vida no se sintió como la felicidad plena que experimentó meses atrás cuando estaba con ella... —¡No! —exclamó sin aceptar el nombre que le susurró su subconsciente, por lo que alejó esos pensamientos para seguir actuando frente a los flashazo de las cámaras. Al final de la jornada era lo mismo, ir a su tráiler para descansar, aunque lo que menos hacia era descanzar, las botellas de alcohol vacías apiladas debajo de la cama estaban de colección, una tras otra cada noche, adormecian el vacio y
A pesar de las apariencias de estar en un sueño idílico, Owen presentía que no duraría para siempre, algo en el fondo le decía que la estadía de la madre de Gisselle, no era para nada bueno y no tardó en comprobar que era del todo cierto.Le bastaron dos semanas de vida familiar feliz para comenzar a notar el ambiente raro, desde el primer momento que Gisselle pisó su casa, puso a su disposición una cuenta para sus gastos, cosa que él se aseguraba de que cada mes el dinero asignado estuviese en esa cuenta; por otro lado, en los quince días en los cuales su suegra estuvo con ellos, vió a Gisselle melancólica en lugar de feliz.Owen no le quiso comentar nada al respecto; sin embargo, desde el primer momento él noto algo raro con su suegra, la avaricia y la ambición eran algo con lo que Owen llevava años tratanto, sabía cómo se veía la gente sin escrúpulos, y esperaba con todo su ser que Gisselle se diee cuenta más temprano que tarde.Y cuando llegó el día dieciséis, le apareció una noti
La noticia del nacimiento de los gemelos del CEO de Clark Enterprise corrió como pólvora en todos los periódicos y redes sociales, el nombre de Gisselle se mencionó como "La Cenicienta moderna", que obtuvo su final feliz, no faltaron los comentarios maliciosos a los cuales Owen se enfrentó con mano de hierro, poniendo a su equipo legal y de marketing a cubrir el ataque.En las afueras de la clínica abundaban los periodistas dispuestos a lo que sea, por una fotografía de la familia, otro asunto de lo que se encargó sin demora, contrató a un equipo de seguridad para que se mantuviesen vigilantes y que nadie que no fuera personal médico lograra acceder al sitio sin autorización.Antes de la salida, tanto Owen como Gissel lograron ponerse de acuerdo en el nombre para los gemelos, no quisieron repetir ninguno suyo ni los de sus abuelos, por lo que pensaron en unos acordes y fuera de lo común, entonces la niña se llamaría Naia y el niño Liam. A ambos les encantó la elección, lo mejor de todo
Gisselle abrió los ojos y la luz cegadora la obligó a cerrarlos con rapidez, no recordaba ni qué día era o cómo se llamaba, en su segundo intento de abrir los ojos todo volvió a ella como una locomotora a su máxima velocidad. El secuestro, el dolor, la angustia, el parto, el susto, la emergencia, la expresión de terror y preocupación en la cara de Owen, los médicos y enfermeras apresurados atendiendola y el pitido incesante de las máquinas de monitoreo descontroladas de fondo, para Giselle fue todo un caos hasta que le colocaron la mascarilla de la anestesia y ya no sintió nada solo un alivio, un sueño y por último el silencio.Ahora las máquinas de monitoreo se escuchan tranquilas, calmadas y ese pitidos la relaja; en ese momento nota ella su mano tibia resguardada entre otras manos más grandes, más fuertes, espero a que poco a poco sus ojos se adaptasen a la luz, estando ya consciente de su situación, pudo ver una cabellera negra y corta recostada en el borde de su cama.Tenía que se
Los bebés se atendieron con todo el rigor y la dedicación que implicaba ser un paciente exclusivo de la doctora Liz y diez minutos más tarde descansaban en una cuna en el área neonatal.En cambio, Giselle se encontraba en la sala de recuperación, según los estudios todo estaba bien; sin embargo, la espera a que abriera los ojos estaba llevando al límite a Owen. Se supone que en menos de dos horas la anestesia debió dejar su cuerpo y permitir que el CEO viera una vez más esos hermosos ojo azules. El pasillo fuera de la habitación seguro tendría que arreglarse luego, ya que Owen dejó las suelas de sus zapatos en su ir y venir.—No entiendo por qué aún no la pasan al cuarto... Ya van cuatro horas y nada que sale, ni siquiera tu madre dice nada...Owen le reclamo a Roy sin saber que más hacer, mientras el actor por su parte solo le quedó levantar sus manos en rendición antes de responder.—Hermano, no porque yo sea su hijo quiere decir que sepa más o menos que tú, ¿soy actor recuerdas? La
"Todo está yendo muy rápido". —Fue el único pensamiento de Gisselle que ni el dolor de ellas contracciones logró despejar de su cabeza. La señora Liz corrió hacia ella no antes de que Owen la tomara entre sus brazos y comenzara a ordenar el caos.—Roy, ve y enciende el auto —el actor acató la orden sin chistar—, Liz, en la habitación de los bebés están los bolsos necesarios para ir a la clínica, ve por ellos mientras ayudo a Gissel a cambiarse y la llevo a Gisselle hasta la entrada.Como todo una locomotora con sus engranajes y piezas engrasada, lista para trabajar, funcionaron en favor del parto de los niños, y más aparecía que lo ensayaron con anterioridad. A la llegada de ella clínica el dolor para Gis, era intenso y las contracciones ocurrían cada cinco minutos, según el reloj de Owen.—Todo estará bien, no te preocupes —el CEO intentó calmarla, el terror se reflejó en su rostro y era algo que Gisselle no podía evitar sentir—, estás en buena manos y ya viste que todo estaba bien c
Último capítulo