38. La calma
Gisselle abrió los ojos y la luz cegadora la obligó a cerrarlos con rapidez, no recordaba ni qué día era o cómo se llamaba, en su segundo intento de abrir los ojos todo volvió a ella como una locomotora a su máxima velocidad. El secuestro, el dolor, la angustia, el parto, el susto, la emergencia, la expresión de terror y preocupación en la cara de Owen, los médicos y enfermeras apresurados atendiendola y el pitido incesante de las máquinas de monitoreo descontroladas de fondo, para Giselle fue todo un caos hasta que le colocaron la mascarilla de la anestesia y ya no sintió nada solo un alivio, un sueño y por último el silencio.

Ahora las máquinas de monitoreo se escuchan tranquilas, calmadas y ese pitidos la relaja; en ese momento nota ella su mano tibia resguardada entre otras manos más grandes, más fuertes, espero a que poco a poco sus ojos se adaptasen a la luz, estando ya consciente de su situación, pudo ver una cabellera negra y corta recostada en el borde de su cama.

Tenía que se
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