68. La Primera Llama
Muchos años atrás…
El aire olía a desesperación.
A metal quemado, a carne rota, a magia que se retorcía como un hilo podrido. Los árboles del Bosque de Grelan estaban ennegrecidos hasta sus raíces, y los ríos ya no corrían: se quedaban quietos, como si temieran avanzar. El cielo parecía más bajo, más oscuro, como si hubiera olvidado ser cielo. La luna, pálida y tambaleante, colgaba de las estrellas como un farol quebrado, incapaz de ofrecer consuelo.
Y debajo de ella, Umbra Noctis moría.
No la ciudad que siglos después sería escondida por hechizos y pactos. No la que Ailén o Raven conocían. Esta Umbra era un corazón vivo que latía con energía pura. Las torres crecían como espinas de piedra desde la tierra; los caminos flotaban, sostenidos por raíces brillantes; las casas se entrelazaban con ramas mágicas y tejían protección con cristales lunares. Todo tenía alma. Todo respondía a la magia.
Pero ahora... todo ardía.
El suelo estaba rajado, respirando oscuridad. Las runas antiguas, tall