La Luna Roja brillaba en el cielo de Umbra Noctis con una intensidad inquietante. Su luz teñía de rojo los horizontes, y las sombras parecían alargarse más allá de la realidad misma. En el corazón de la oscuridad, la Torre del Ocaso se erguía, como un faro solitario y olvidado por el tiempo. Nadie se atrevía a acercarse a sus muros ennegrecidos, ni siquiera las criaturas más valientes de los clanes. La torre estaba maldita, marcada por siglos de secretos no revelados.
Pero para Liora, el peligro no era suficiente para disuadirla. Con cada paso que daba hacia la torre, sentía que algo dentro de ella despertaba. Había llegado a un punto en el que las respuestas que tanto había buscado parecían estar más allá de su alcance, ocultas en lo más profundo de ese lugar prohibido.
-- Este es el lugar, lo sé... -- se dijo a sí misma, casi como un susurro, al ver cómo la torre se alzaba ante ella con una presencia casi palpable.
El viento gélido de la noche parecía susurrar advertencias, pero Liora no se detuvo. El camino hacia la torre era estrecho y serpenteante, flanqueado por árboles retorcidos cuyas ramas desnudas se estiraban como dedos esqueléticos. Cada crujido bajo sus botas resonaba como un eco lejano, una constante amenaza de lo que podría acechar en la oscuridad.
A medida que se acercaba más a la torre, Liora cerró los ojos por un momento. Las visiones la habían estado atormentando desde hacía días, cada vez más intensas. Siempre la misma figura envuelta en sombras, siempre ese susurro que le llamaba. Algo estaba a punto de revelarse, y ella sentía que el momento había llegado.
-- ¿Por qué no puedes dejarme en paz? -- murmuró, apretando los puños. Pero a medida que pronunciaba las palabras, sabía que no estaba hablando con nadie más que con ella misma.
Al llegar a la base de la torre, Liora observó su imponente fachada. Las paredes de piedra oscura parecían absorber la luz de la luna, como si la torre misma estuviera viva, alimentándose de la oscuridad. No había puertas, ni ventanas visibles. Solo una entrada sellada por runas antiguas que destilaban un poder palpable, casi tangible en el aire.
-- Lo he sentido... lo sé... -- se dijo, mirando fijamente las runas que parecían susurrar a través del silencio de la noche.
Liora extendió la mano, tocando las runas con una mezcla de temor y determinación. En cuanto sus dedos entraron en contacto con las marcas, una oleada de energía recorrió su cuerpo. Fue como si el tiempo mismo se detuviera por un instante. Unos segundos, pero que a ella le parecieron horas.
Una visión fugaz la envolvió: un mundo de sombras y sangre, una figura vestida con una capa roja, y un susurro que solo ella pudo escuchar.
-- Liora... -- El susurro resonó en su mente, grave y urgente.
Liora retrocedió un paso, apartando la mano rápidamente de las runas. La figura en la visión parecía llamarla. La imagen de la capa roja flotó ante sus ojos, casi como si estuviera en la misma habitación.
-- ¿Quién eres? -- preguntó en voz baja, temblando, aunque sabía que nadie le respondería.
A su alrededor, las runas comenzaron a brillar con una luz verde brillante. El aire se volvió pesado, cargado con una energía que la hacía sentir más pequeña, como si la torre tuviera el poder de devorar su voluntad.
-- No puedes huir de lo que está escrito... -- las palabras se deslizaron por su mente, la misma voz que la había llamado.
Un crujido resonó en el aire, y de repente, la puerta secreta de la torre se abrió ante ella, como si hubiera sido desbloqueada por una fuerza invisible. La entrada estaba lista para recibirla, como un último desafío, una invitación a adentrarse en lo desconocido.
Liora observó la puerta abierta, una sensación de terror y excitación recorriéndole el cuerpo. Con el corazón acelerado, respiró profundamente y cruzó el umbral.
Dentro, el aire era aún más espeso, como si la torre estuviera viva, respirando a su alrededor. La oscuridad parecía absorber cada rincón, pero algo en su interior la instaba a seguir adelante. A lo lejos, se oían ecos, susurros, murmullos que no comprendía pero que le resultaban familiarmente inquietantes.
-- No tienes miedo, ¿verdad? -- una voz femenina, suave pero llena de poder, surgió de las sombras.
Liora dio un brinco, y al volverse, vio una figura envuelta en una capa oscura, parada en la penumbra. Su rostro estaba oculto por una capucha, pero la silueta era inconfundible. Los ojos de la figura brillaban con un resplandor dorado, como si la oscuridad misma los hubiera iluminado.
-- ¿Quién eres? -- Liora preguntó, sin poder ocultar el temblor en su voz.
La figura sonrió, una sonrisa enigmática, y su voz se deshizo en un susurro grave.
-- Tu madre me lo dijo. Que vendrías. Que no podrías resistir la llamada. --
Liora dio un paso atrás, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Las palabras de la figura resonaban en sus oídos, y una sensación de vértigo la envolvió.
-- Mi madre... -- susurró Liora, casi sin creer lo que oía.
La figura levantó la mano, señalando una columna de piedra que se erguía en el centro de la sala. En su superficie, una serie de símbolos brillaban débilmente.
-- Ella también vino aquí, hace años. Buscó respuestas. Y encontró más de lo que podía soportar. --
Liora frunció el ceño, mirando los símbolos, tratando de comprender lo que la figura quería decir. Pero antes de que pudiera formular una respuesta, un rugido bajo la torre resonó en sus oídos, como si algo despertara en lo profundo de las entrañas del edificio.
-- Es hora de que enfrentes la verdad, Liora. -- La figura desapareció en la oscuridad, dejando tras de sí una estela de energía que parecía calar en la propia piel de Liora.
Liora permaneció en silencio, el eco de las palabras de la figura aún resonando en su mente. La torre, que había permanecido callada hasta ese momento, parecía cobrar vida con la desaparición de la sombra. Cada rincón de la sala ahora parecía susurrar, llamándola, invitándola a desentrañar los secretos ocultos bajo sus piedras milenarias.
Sus pasos resonaban en el suelo de piedra al avanzar, sus ojos observando cada símbolo grabado en las paredes. Cada uno parecía contar una historia, pero su significado era tan antiguo que sus palabras se habían perdido con el tiempo. De repente, algo la detuvo en seco. Un susurro bajo, suave como el viento, llegó a sus oídos.
-- No te acerques más. -- Era la voz de la figura, aunque ya no estaba frente a ella.
Liora detuvo su avance, el pulso acelerado y la piel erizada. Las palabras, aunque enigmáticas, parecían contener una advertencia urgente. Pero algo en su interior la impulsó a seguir adelante, a no ceder al miedo. Sabía que su destino estaba atado a este lugar, y que no podía retroceder. No ahora.
Las luces de las runas se intensificaron, iluminando el pasillo oscuro y desmoronado. El aire se volvía más pesado a cada paso, y el calor de la torre la envolvía, como si el mismo edificio la estuviera observando.
De repente, llegó a una cámara central, una habitación vastísima, con un techo tan alto que parecía desvanecerse en las sombras. En el centro, una columna de piedra, en cuya base se encontraba una puerta de hierro oxidado, adornada con más símbolos, parecía esperar a ser desbloqueada.
-- ¿Es aquí donde todo comenzó? -- Liora susurró para sí misma, sin saber si alguien la escuchaba o si solo las paredes de la torre respondían a sus palabras.
Se acercó a la puerta, tocándola suavemente. El hierro estaba frío y, sin embargo, había algo cálido en su contacto, algo que la conectaba con la torre de una manera inexplicable. Respiró hondo y comenzó a empujarla. El sonido del metal raspando el suelo de piedra resonó por toda la cámara. El silencio fue total, pero su corazón latía tan fuerte que la joven temió que cualquiera podría escucharla.
La puerta se abrió lentamente, revelando una habitación aún más oscura que las demás. Sin embargo, en el centro, algo brillaba. Un objeto de forma esférica, resplandeciendo en un tono rojizo, parecía pulsar al ritmo de su propio latido. Liora dio un paso hacia adelante, su cuerpo movido por una fuerza desconocida.
A medida que se acercaba, el brillo se intensificó. La esfera estaba suspendida en el aire, rodeada por una fina capa de energía. Era como si la propia luna la estuviera tocando. Liora extendió la mano, temblando ligeramente, y tocó la superficie de la esfera. Al instante, una explosión de luz invadió su mente.
Visiones se apoderaron de ella. Imágenes de la Torre del Ocaso en su apogeo, cuando aún era un lugar lleno de vida. Criaturas extrañas, seres de otro tiempo, caminaban por sus pasillos, realizando rituales en honor a algo ancestral. La figura vestida con la capa roja apareció nuevamente, pero ahora podía verla más claramente, con sus ojos dorados brillando con poder.
-- Tú... tú eres la clave... -- la voz resonó, suave y firme, como un decreto inquebrantable. -- Todo lo que buscas está aquí. Todo lo que debes saber, se encuentra en las raíces de la torre.
Liora retiró su mano con un sobresalto, el sonido de su respiración cortada llenando el aire. La esfera dejó de brillar, pero la sensación de peso en el aire permaneció.
Unos pasos a su espalda la hicieron volverse rápidamente. La figura, la misma que había visto en las sombras de la cámara anterior, estaba de pie frente a ella. La capucha aún cubría su rostro, pero los ojos dorados brillaban con una intensidad aún mayor.
-- ¿Qué es lo que debo saber? -- Liora preguntó, la voz temblorosa, pero decidida. -- ¿Qué hay en esta torre que me conecta con todo lo que busco?
La figura se acercó lentamente, sus pasos flotando en el aire. Al detenerse frente a ella, levantó una mano y retiró la capucha, revelando una mujer de facciones suaves pero marcadas por el tiempo. El cabello largo, de un tono blanco plateado, caía alrededor de su rostro, y sus ojos dorados la miraban fijamente, como si pudieran ver más allá de su alma.
-- Eres más parecida a ella de lo que imaginas... -- dijo la mujer, una melancolía en su voz. -- Mucho más de lo que sabes.
Liora dio un paso atrás, el corazón dándole un vuelco. Las palabras de la mujer, como si le estuvieran hablando de alguien del pasado, la desconcertaban.
-- ¿De quién hablas? -- preguntó con una mezcla de miedo y necesidad de saber más.
La mujer hizo un gesto hacia la esfera suspendida.
-- Tu madre... Ella era como tú. Buscó las mismas respuestas, pero se perdió en el camino. Y lo que encontró... no lo puede comprender nadie, salvo aquellos destinados a cargar con este conocimiento.
El aire parecía volverse denso, como si las propias paredes de la torre se cerraran sobre ellas. Liora, ahora con una creciente sensación de que su vida nunca volvería a ser igual, miró fijamente los ojos dorados de la mujer.
-- ¿Qué debo hacer ahora? -- Liora preguntó, el miedo y la determinación peleando dentro de su pecho.
La mujer sonrió levemente, como si todo estuviera predestinado, y con un susurro casi inaudible, dijo:
-- Debes elegir, Liora. La verdad o la oscuridad. --
La noche no caía en Umbra Noctis. Se desplegaba. Como una sombra que se arrastra por los huesos del bosque, como una promesa envenenada. En medio de la espesura, Raven avanzaba sin hacer ruido, cada pisada calculada, cada músculo alerta. Bajo la tenue luz de una luna encapotada, su silueta parecía más bestia que hombre.La manada lo esperaba en el claro del sur, donde los árboles formaban un círculo natural, tan antiguo como el juramento que los unía. El aire olía a tierra mojada, a savia rota, a poder contenido. Kael, su beta, ya estaba allí. Detrás de él, los más jóvenes murmuraban entre sí, impacientes, nerviosos.-- Estamos al borde, Alpha. Lo sientes, ¿verdad? --Raven no respondió. No con palabras.Cerró los ojos. Sintió el latido de la tierra bajo sus pies, los susurros de los espíritus del bosque rozando sus pensamientos. La Luna Roja aún no había ascendido, pero su presencia era un temblor en la sangre. Lo reconocía por el sabor metálico en su boca, por la tensión en su nuca,
La noche era más densa que nunca. El aire, impregnado de humedad, parecía pesar sobre el alma de Raven como una carga invisible. Avanzó entre los árboles, los ojos clavados en la figura que se deslizaba en la penumbra. No la veía con claridad, pero la sentía. Era como una sombra viva, un susurro del destino que había estado aguardando pacientemente en los márgenes de su vida.El viento traía consigo un aroma extraño, algo antiguo y familiar, como si el bosque mismo estuviera respirando sus secretos. Las hojas crujían suavemente bajo sus botas, y su respiración era la única cosa que rompía el silencio sepulcral.La figura avanzaba con una gracia perturbadora, moviéndose entre los troncos como si fuera parte de la misma oscuridad que la envolvía. No podía ver su rostro, pero el aire que la rodeaba parecía vibrar, lleno de una tensión casi palpable. No era una presencia amigable, ni humana. Raven lo sabía.Su corazón latió más rápido, no por miedo, sino por la certeza de que algo trascen
El campus universitario de Umbra Noctis se encontraba en su apogeo aquella mañana. Los estudiantes se apresuraban entre los edificios, intercambiando bromas y risas mientras las primeras luces del día iluminaban los árboles que rodeaban el campus. Ailén, Raven y Liora caminaban juntos, disfrutando de la tranquilidad antes de que las clases comenzaran.Ailén, con su mochila colgada sobre el hombro, observaba con atención todo lo que la rodeaba. A pesar de que su vida había estado marcada por secretos y oscuridad, el ambiente universitario le ofrecía una sensación de normalidad. Se sentía conectada con la humanidad común, alejada de las tensiones sobrenaturales que la acechaban.Raven, por su parte, caminaba cerca de ella, siempre alerta. Su rol como Alpha de la manada lo mantenía en un estado constante de vigilancia, pero también sentía que cada vez que estaba cerca de Ailén, algo dentro de él se calmaba. Había algo en ella que lo ataba de forma inexplicable, y su instinto le decía que
El viento soplaba con una crudeza inusual esa noche, arrastrando consigo el murmullo de las hojas secas que crujían bajo las botas de Raven. La luna, apenas una franja delgada entre las nubes, parecía observarlo con una mirada esquiva. A lo lejos, las luces del campus universitario parpadeaban como faroles en medio del mar, pero él ya se había internado demasiado en la espesura del bosque como para regresar.Su respiración era controlada, apenas un susurro entre los árboles. Su oído, agudo incluso en forma humana, captaba el leve crujir de ramas que no deberían haberse movido. Estaba siendo seguido. Lo sabía. Lo sentía.La manada había sido clara: los signos eran demasiado evidentes para ignorarlos. Olores ajenos, huellas deformadas, energía densa entre los árboles. Alguien había llegado a Umbra Noctis. Y no eran bienvenidos.-- ¿Qué buscas aquí? -- murmuró Raven, su voz apenas más fuerte que el viento, dirigiéndose al vacío de la arboleda.Silencio.Luego, una figura emergió de entre
La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Ailén con una calidez tranquila. Sin embargo, esa sensación de calma fue quebrada por un sonido inesperado: la ventana de su habitación se abrió de golpe, dejando entrar un aire fresco y un susurro en el viento.Raven apareció de repente, como si la realidad misma le hubiera permitido atravesar los límites de lo imposible. Se deslizó dentro de la habitación como una sombra, y antes de que Ailén pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, observándola con una mirada cargada de misterio.-- Te preocupas mucho por mí, ¿verdad? -- dijo Ailén, aún medio adormilada, con una sonrisa irónica en los labios.-- Solo me aseguraba de que tu noche no fuera demasiado solitaria -- respondió Raven, una leve sonrisa cruzando su rostro. No podía negar que sentía una necesidad de protegerla, de estar cerca. Algo dentro de él se despertaba cada vez que la veía, y aunque no entendía del todo qué era, no podía ignor
La noche había caído como un velo de incertidumbre sobre Umbra Noctis. Las luces de la ciudad apenas lograban disipar la densa neblina que se arrastraba por las calles como una advertencia silenciosa. En los callejones más oscuros, lejos de los ojos humanos, las antiguas tensiones volvían a resurgir.Raven olía la sangre en el aire antes de escuchar el primer paso. Su manada estaba en alerta, sus sentidos afilados. Frente a ellos, bajo el brillo tenue de una farola rota, tres figuras emergieron de la penumbra. Vestían con elegancia, pero sus rostros eran pálidos, inhumanos. Los vampiros.-- ¿Qué hacen aquí? -- preguntó Raven con la voz tensa, su mirada fija en el del centro, un hombre de ojos carmesí con una sonrisa sarcástica dibujada en el rostro.-- Venimos a por respuestas -- dijo el vampiro, dando un paso al frente --. Algo se está moviendo en la superficie. Algo que ustedes intentan ocultar. --La manada se colocó tras Raven. Uno de ellos gruñó bajo la garganta.-- No tienen der
Seis meses en el futuro…La noche había caído sobre Umbra Noctis, pero el silencio que normalmente reinaba en la ciudad se sentía extraño, como si algo estuviera esperando. Ailén y Raven se encontraban en un rincón apartado del bosque, donde la luna roja iluminaba tenuemente el paisaje. Estaban solos, aislados del mundo, y parecía que el destino les había brindado un momento de paz, una oportunidad para hablar de lo que sentían, para explorar lo que había estado creciendo entre ellos en silencio.La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, un magnetismo entre ellos que ni siquiera el viento podía romper. Ailén respiró hondo, sintiendo el peso de sus pensamientos, mientras observaba a Raven. Había algo en su mirada, algo en la manera en que la observaba, que le hacía preguntarse si realmente entendería lo que había dentro de ella, lo que estaba a punto de suceder.Raven, por su parte, no podía dejar de mirarla. Sabía que algo no estaba bien, que había algo más profundo que ell
En la actualidad…Ailén MoreauDesde que tengo memoria, siempre supe que había algo... distinto en mí. No era algo que pudiera señalar frente al espejo o explicar con palabras claras. Era una sensación persistente, como un murmullo en el fondo de mi alma, una vibración leve pero constante, como si el mundo, tal y como lo conocía, escondiera un velo que solo yo intuía, aunque nunca pudiera levantarlo.Mi infancia fue, a ojos de cualquiera, perfectamente normal. Crecí en un pequeño pueblo rodeado de bosques y ríos, un lugar donde cada rostro era familiar y cada secreto, compartido en susurros entre vecinos. Mis padres, Lissette y Gérard Moreau, eran personas amorosas pero discretas, como si siempre llevaran el peso de historias no contadas en sus miradas. Nunca me prohibieron explorar, pero sus advertencias siempre tenían un tono de gravedad que me dejaba más preguntas que respuestas.Yo siempre tan pequeña y curiosa, pasaba las tardes corriendo entre los árboles, recogiendo hojas extra