La noche no caía en Umbra Noctis. Se desplegaba. Como una sombra que se arrastra por los huesos del bosque, como una promesa envenenada. En medio de la espesura, Raven avanzaba sin hacer ruido, cada pisada calculada, cada músculo alerta. Bajo la tenue luz de una luna encapotada, su silueta parecía más bestia que hombre.
La manada lo esperaba en el claro del sur, donde los árboles formaban un círculo natural, tan antiguo como el juramento que los unía. El aire olía a tierra mojada, a savia rota, a poder contenido. Kael, su beta, ya estaba allí. Detrás de él, los más jóvenes murmuraban entre sí, impacientes, nerviosos.
-- Estamos al borde, Alpha. Lo sientes, ¿verdad? --
Raven no respondió. No con palabras.
Cerró los ojos. Sintió el latido de la tierra bajo sus pies, los susurros de los espíritus del bosque rozando sus pensamientos. La Luna Roja aún no había ascendido, pero su presencia era un temblor en la sangre. Lo reconocía por el sabor metálico en su boca, por la tensión en su nuca, por las visiones que lo asaltaban cuando soñaba.
No le hacía falta mirar a Kael para saber que su mirada era de preocupación, no de rebelión. La lealtad entre ellos estaba sellada en batalla y pérdida.
-- Está despertando. -- murmuró Raven por fin, sin abrir los ojos. -- Ella. Y algo más con ella. Algo que la sigue desde antes de que este bosque tuviera nombre. --
Un silencio reverencial se instaló entre los presentes. Uno de los más jóvenes bajó la cabeza, inquieto. Otro se santiguó con un gesto antiguo, más superstición que fe.
-- ¿Y si no puede contenerlo? -- preguntó Kael.
-- Entonces nosotros debemos hacerlo. Aunque nos cueste todo. --
Horas después, el mismo hombre que lideraba a los suyos como lobo, caminaba entre estudiantes como uno más. En la universidad, Raven era el joven enigmático que hablaba poco y aprobaba todo. El que evitaba las fiestas, pero que todos miraban. El que cargaba con un misterio que nadie sabía nombrar, pero que todos sentían.
Se detuvo frente a una de las ventanas del pabellón antiguo. Su reflejo le devolvió una imagen que no reconocía del todo. El hombre estaba allí, pero detrás de sus ojos aún brillaba la mirada del Alpha. Esa dualidad lo desgastaba. Ser lobo entre humanos. Ser humano entre lobos. Y en medio, Ailén. La chispa que estaba incendiando todo su mundo.
Fue entonces cuando Liora apareció, como si el destino la hubiese convocado.
-- No disimulas tan bien como crees. --
Su voz tenía esa mezcla de ironía y ternura que la caracterizaba. -- Tienes la mirada de quien está a punto de huir. O de atacar. --Raven no giró. Solo respondió con voz baja:
-- A veces no sé cuál de las dos cosas haría primero. --
Liora se colocó a su lado, mirando también su reflejo en el vidrio. No llevaban uniforme sobrenatural ni armas visibles, pero ambos sabían que eran soldados de una guerra que los humanos aún no imaginaban.
-- Fuiste a la torre. -- dijo él, más como una afirmación que como una pregunta.
Ella asintió. El viento levantó un mechón de su cabello y lo empujó hacia atrás.
-- No era una torre, no del todo. Era una herida abierta. Tiempo detenido. Paredes que respiraban. Me mostró cosas. Fragmentos. Rostros sin nombre. Una Ailén que no era Ailén, cubierta de ceniza y luz, llorando sangre frente a un altar. --
Raven cerró los ojos un instante. La imagen lo atravesó como un recuerdo robado.
-- ¿Qué más viste? --
-- No vi. Escuché. Voces antiguas. Una repetía su nombre, una y otra vez, como una plegaria... o una condena. Y otra me llamó por mi nombre. Sabía quién era yo. Me dijo que debía protegerla, que el linaje se estaba reescribiendo. Como si ella fuera la llave, pero también la cerradura. --
Se quedaron en silencio. No era necesario decir más.
Hasta que Liora habló, más suave:
-- ¿Aún crees que puedes salvarla sin perderte tú en el intento? --
Raven giró por fin, con una expresión que no era miedo ni determinación, sino una mezcla cruda de ambas.
-- No lo sé. Pero si no lo intento, entonces la Luna Roja no será lo peor que nos ocurra. –
Esa noche, ya lejos de los pasillos de piedra y las palabras rotas, Raven volvió al bosque. La manada dormía, pero él no podía. Caminó hasta los límites del territorio, donde los árboles se tornaban más antiguos y la oscuridad más espesa.
Allí, bajo la copa de un roble que conocía su nombre, se arrodilló. No como Alpha. No como guerrero.
Como hombre.
Apoyó una mano en la tierra húmeda. Sintió el eco de lo que se avecinaba.
Una figura lejana, hecha de sombra y carne, se deslizó entre los árboles. No se atrevió a acercarse más. Pero él la sintió.
El linaje la llamaba.
Y la Luna... también.La noche era más densa que nunca. El aire, impregnado de humedad, parecía pesar sobre el alma de Raven como una carga invisible. Avanzó entre los árboles, los ojos clavados en la figura que se deslizaba en la penumbra. No la veía con claridad, pero la sentía. Era como una sombra viva, un susurro del destino que había estado aguardando pacientemente en los márgenes de su vida.El viento traía consigo un aroma extraño, algo antiguo y familiar, como si el bosque mismo estuviera respirando sus secretos. Las hojas crujían suavemente bajo sus botas, y su respiración era la única cosa que rompía el silencio sepulcral.La figura avanzaba con una gracia perturbadora, moviéndose entre los troncos como si fuera parte de la misma oscuridad que la envolvía. No podía ver su rostro, pero el aire que la rodeaba parecía vibrar, lleno de una tensión casi palpable. No era una presencia amigable, ni humana. Raven lo sabía.Su corazón latió más rápido, no por miedo, sino por la certeza de que algo trascen
El campus universitario de Umbra Noctis se encontraba en su apogeo aquella mañana. Los estudiantes se apresuraban entre los edificios, intercambiando bromas y risas mientras las primeras luces del día iluminaban los árboles que rodeaban el campus. Ailén, Raven y Liora caminaban juntos, disfrutando de la tranquilidad antes de que las clases comenzaran.Ailén, con su mochila colgada sobre el hombro, observaba con atención todo lo que la rodeaba. A pesar de que su vida había estado marcada por secretos y oscuridad, el ambiente universitario le ofrecía una sensación de normalidad. Se sentía conectada con la humanidad común, alejada de las tensiones sobrenaturales que la acechaban.Raven, por su parte, caminaba cerca de ella, siempre alerta. Su rol como Alpha de la manada lo mantenía en un estado constante de vigilancia, pero también sentía que cada vez que estaba cerca de Ailén, algo dentro de él se calmaba. Había algo en ella que lo ataba de forma inexplicable, y su instinto le decía que
El viento soplaba con una crudeza inusual esa noche, arrastrando consigo el murmullo de las hojas secas que crujían bajo las botas de Raven. La luna, apenas una franja delgada entre las nubes, parecía observarlo con una mirada esquiva. A lo lejos, las luces del campus universitario parpadeaban como faroles en medio del mar, pero él ya se había internado demasiado en la espesura del bosque como para regresar.Su respiración era controlada, apenas un susurro entre los árboles. Su oído, agudo incluso en forma humana, captaba el leve crujir de ramas que no deberían haberse movido. Estaba siendo seguido. Lo sabía. Lo sentía.La manada había sido clara: los signos eran demasiado evidentes para ignorarlos. Olores ajenos, huellas deformadas, energía densa entre los árboles. Alguien había llegado a Umbra Noctis. Y no eran bienvenidos.-- ¿Qué buscas aquí? -- murmuró Raven, su voz apenas más fuerte que el viento, dirigiéndose al vacío de la arboleda.Silencio.Luego, una figura emergió de entre
La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Ailén con una calidez tranquila. Sin embargo, esa sensación de calma fue quebrada por un sonido inesperado: la ventana de su habitación se abrió de golpe, dejando entrar un aire fresco y un susurro en el viento.Raven apareció de repente, como si la realidad misma le hubiera permitido atravesar los límites de lo imposible. Se deslizó dentro de la habitación como una sombra, y antes de que Ailén pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, observándola con una mirada cargada de misterio.-- Te preocupas mucho por mí, ¿verdad? -- dijo Ailén, aún medio adormilada, con una sonrisa irónica en los labios.-- Solo me aseguraba de que tu noche no fuera demasiado solitaria -- respondió Raven, una leve sonrisa cruzando su rostro. No podía negar que sentía una necesidad de protegerla, de estar cerca. Algo dentro de él se despertaba cada vez que la veía, y aunque no entendía del todo qué era, no podía ignor
La noche había caído como un velo de incertidumbre sobre Umbra Noctis. Las luces de la ciudad apenas lograban disipar la densa neblina que se arrastraba por las calles como una advertencia silenciosa. En los callejones más oscuros, lejos de los ojos humanos, las antiguas tensiones volvían a resurgir.Raven olía la sangre en el aire antes de escuchar el primer paso. Su manada estaba en alerta, sus sentidos afilados. Frente a ellos, bajo el brillo tenue de una farola rota, tres figuras emergieron de la penumbra. Vestían con elegancia, pero sus rostros eran pálidos, inhumanos. Los vampiros.-- ¿Qué hacen aquí? -- preguntó Raven con la voz tensa, su mirada fija en el del centro, un hombre de ojos carmesí con una sonrisa sarcástica dibujada en el rostro.-- Venimos a por respuestas -- dijo el vampiro, dando un paso al frente --. Algo se está moviendo en la superficie. Algo que ustedes intentan ocultar. --La manada se colocó tras Raven. Uno de ellos gruñó bajo la garganta.-- No tienen der
Seis meses en el futuro…La noche había caído sobre Umbra Noctis, pero el silencio que normalmente reinaba en la ciudad se sentía extraño, como si algo estuviera esperando. Ailén y Raven se encontraban en un rincón apartado del bosque, donde la luna roja iluminaba tenuemente el paisaje. Estaban solos, aislados del mundo, y parecía que el destino les había brindado un momento de paz, una oportunidad para hablar de lo que sentían, para explorar lo que había estado creciendo entre ellos en silencio.La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, un magnetismo entre ellos que ni siquiera el viento podía romper. Ailén respiró hondo, sintiendo el peso de sus pensamientos, mientras observaba a Raven. Había algo en su mirada, algo en la manera en que la observaba, que le hacía preguntarse si realmente entendería lo que había dentro de ella, lo que estaba a punto de suceder.Raven, por su parte, no podía dejar de mirarla. Sabía que algo no estaba bien, que había algo más profundo que ell
En la actualidad…Ailén MoreauDesde que tengo memoria, siempre supe que había algo... distinto en mí. No era algo que pudiera señalar frente al espejo o explicar con palabras claras. Era una sensación persistente, como un murmullo en el fondo de mi alma, una vibración leve pero constante, como si el mundo, tal y como lo conocía, escondiera un velo que solo yo intuía, aunque nunca pudiera levantarlo.Mi infancia fue, a ojos de cualquiera, perfectamente normal. Crecí en un pequeño pueblo rodeado de bosques y ríos, un lugar donde cada rostro era familiar y cada secreto, compartido en susurros entre vecinos. Mis padres, Lissette y Gérard Moreau, eran personas amorosas pero discretas, como si siempre llevaran el peso de historias no contadas en sus miradas. Nunca me prohibieron explorar, pero sus advertencias siempre tenían un tono de gravedad que me dejaba más preguntas que respuestas.Yo siempre tan pequeña y curiosa, pasaba las tardes corriendo entre los árboles, recogiendo hojas extra
Raven DélacroixHabía aprendido a convivir con el peso de lo que soy. Lo había aceptado desde que tengo memoria, como una segunda piel, como una sombra que jamás me abandona. Pero esta noche... esta noche todo ardía distinto bajo mi piel.La luna no era plena, pero su luz atravesaba el follaje con un filo casi profético. Había algo en el aire, un susurro antiguo, un presagio, quizás. Y yo lo sentía en los huesos.Me detuve en la loma que bordeaba la ciudad. Desde allí podía ver las luces mortecinas que titilaban entre los edificios, como luciérnagas atrapadas en jaulas de concreto. Mi respiración era lenta, medida, aunque por dentro todo se revolvía. Cada paso que daba hacia ese lugar donde sabía que estaría ella era una traición a la calma que fingía tener.Ailén.Su nombre sabía a tormenta en mi mente.Había pasado toda una vida conviviendo con ella sin dejar que mis secretos rozaran su mundo. Ella, tan brillante, tan humana. Tan ignorante de las sombras que la rodeaban.-- ¿Por qué