La noche aún se aferraba al cielo de Umbra Noctis con dedos de sombra, cubriendo el bosque con un velo denso y plateado. Las estrellas parecían haberse retraído, cediendo todo el protagonismo a la Luna Roja, que brillaba sobre la arboleda con un fulgor inquietante. Un aire húmedo y expectante lo envolvía todo, como si la tierra contuviera el aliento.
Ailén caminaba por el sendero de tierra apisonada que bordeaba el bosque. Su paso era lento, inseguro, como si temiera que el suelo cediera bajo sus pies. Llevaba la chaqueta de lana cruzada sobre el pecho, pero no era el frío lo que la hacía temblar.
Pensaba en Raven. En su mirada profunda y distante, en cómo sus palabras parecían siempre contener un significado oculto. Había algo en él que la perturbaba, algo que no sabía si temer o buscar con desesperación. Sentía ese extraño calor bajo la piel cada vez que él estaba cerca, como si una corriente eléctrica invisible los uniera.
-- ¿Por qué te siento así? -- susurró para sí, apretando las manos en los bolsillos. -- ¿Por qué solo contigo…? --
Pero no obtuvo respuesta. Solo el susurro del viento entre los árboles, como una voz antigua que aún no se decidía a hablar claro.
No muy lejos de allí, en la misma dirección, Liora caminaba con pasos firmes. No necesitaba una linterna; sus sentidos la guiaban. Sentía a Ailén. La había seguido, preocupada desde que notó que su amiga no dormía bien desde hace días. Había algo diferente en el aire... y lo que la inquietaba no era solo la Luna Roja. Era el vínculo. Lo sentía vibrar con más fuerza que nunca.
-- Está despertando -- murmuró para sí. -- Y ni ella ni él lo comprenden todavía... maldita profecía. --
No tardó en verla a lo lejos. Ailén se detuvo cerca del claro donde tiempo atrás jugaban de niñas. Ese lugar ahora parecía un altar sagrado, con la luz de la luna tiñendo de carmesí las hojas, como si la naturaleza también estuviera pendiente de cada gesto.
Raven ya estaba allí.
Ailén no lo había notado aún, pero él se mantenía oculto entre los árboles, la silueta de su cuerpo fundiéndose con las sombras. Sus ojos, dorados por el influjo de la luna, la observaban. No sabía por qué había terminado en ese claro. No sabía por qué la seguía con tanta frecuencia últimamente, ni por qué ese deseo tan primitivo de protegerla rugía dentro de él.
¿Era la Luna Roja?
¿O era simplemente ella?
Ailén dio unos pasos más hacia el centro del claro, respirando hondo, como si el aire de ese lugar la calmara y doliera al mismo tiempo.
-- Siempre vuelvo aquí -- dijo al aire, sin saber que era escuchada. -- Es como si algo... o alguien me llamara. ¿Estás aquí, mamá? --
Raven dio un paso sin querer. Una ramita crujió bajo su bota.
Ailén giró bruscamente.
-- ¿Quién está ahí? --
-- Soy yo -- dijo Raven, saliendo a la luz. Su voz era grave, templada por algo que no era del todo humano.
-- ¿Raven...? Me asustaste -- dijo, llevándose una mano al pecho.
-- No era mi intención. Pensé que... necesitabas estar sola, pero me preocupaste.
Ailén bajó la mirada, sintiendo ese calor extraño que solo él provocaba. Su voz, sus ojos, su presencia... todo él la removía por dentro.
-- No sabía que tú también venías aquí -- murmuró.
-- Solo en noches como esta -- respondió él, sin apartar los ojos de ella. -- La luna... tiene algo que me atrae.
-- ¿La Luna Roja? -- preguntó Ailén, sintiendo un escalofrío. -- Últimamente sueño con ella. Con fuego. Con gritos. Y siempre... estás tú. No entiendo nada. --
Raven no respondió de inmediato. La mención de los sueños lo sacudió. ¿También ella los tenía? ¿Era posible que la conexión ya estuviera despierta, aunque ninguno de los dos lo comprendiera?
-- Los sueños... a veces son advertencias -- dijo al fin, suavemente. -- O recuerdos de lo que no queremos ver.
-- ¿Y tú qué no quieres ver, Raven? --
Él bajó la mirada por un instante, y luego dio un paso más hacia ella. El aire entre ambos se volvió denso, cargado de algo antiguo, sagrado y salvaje.
-- A veces... no es cuestión de querer. Es cuestión de lo que ya está escrito. --
Ailén sintió una punzada en el pecho. No sabía por qué, pero esa frase le dolió.
Desde detrás de los árboles, Liora lo observaba todo. No con celos, no con ira. Sino con temor. Sabía lo que estaba en juego. Sabía que si la Luna Roja seguía despertando el vínculo entre ellos, el equilibrio que tanto habían intentado mantener se rompería.
Y con ello... podría llegar el fin.
Pero no podía intervenir. No aún.
-- Por favor... no te enamores de él, Ailén -- murmuró para sí, sabiendo lo inútil que era ese deseo.
Porque Ailén ya lo estaba.
Y Raven también.
Y la Luna Roja... los estaba marcando con cada latido.
Raven no supo en qué momento acortó la distancia entre ambos. Solo se dio cuenta cuando el aliento de Ailén rozó su rostro y el latido en sus sienes retumbó como un tambor de guerra. Podía sentirla. Su energía. Su esencia. Como un perfume antiguo que conocía desde antes de tener conciencia.
Ailén también lo sintió. Una especie de vértigo, de conexión inexplicable, la envolvió por completo. Era como si el universo entero se hubiera reducido a ese instante. A ese claro. A ese hombre frente a ella. No entendía por qué sentía ganas de llorar, o de abrazarlo, o de huir. Todo al mismo tiempo.
-- ¿Qué me pasa contigo, Raven? -- preguntó con un hilo de voz, sin apartar los ojos de los suyos. -- Siento como si te conociera desde siempre… pero también como si hubiera algo en ti que debo temer. --
Raven tragó saliva. ¿Cómo decirle que no estaba equivocada? Que sí, lo conocía desde siempre… aunque no en esta vida. Que su vínculo iba más allá de cualquier lógica. Que eran parte de una antigua promesa tejida bajo la Luna Roja.
Pero no podía. No todavía.
-- No tienes que temerme -- dijo en voz baja. -- Nunca lo harías. --
Ailén frunció el ceño, confundida. Y por primera vez en mucho tiempo, vio algo en Raven que la desarmó: vulnerabilidad.
-- Entonces… ¿qué es esto? ¿Por qué cuando sueño contigo, siento que estás sufriendo? ¿Por qué siento que te estoy perdiendo… aunque estés aquí? --
Las palabras la sorprendieron a ella misma. Habían salido sin filtro. Pero eran verdad. Sentía esa pérdida en el alma desde que era niña. Como si algo la hubiese separado de él antes de tiempo.
Raven desvió la mirada, con el rostro endurecido.
-- Hay cosas que no puedo explicarte aún. Pero lo haré. Cuando llegue el momento. --
-- ¿Y si ese momento nunca llega? -- replicó ella, dolida.
Él la miró entonces, y por un segundo, sus ojos brillaron con un fulgor dorado que no era humano.
-- Llegará. Te lo juro. --
Y entonces ocurrió. Un crujido en los arbustos. Una presencia. Ambos giraron instintivamente, tensos. Ailén no vio nada. Pero Raven sí.
Un lobo, de pelaje negro como la medianoche, los observaba desde la penumbra. Sus ojos eran de un azul intenso. Liora. En su forma verdadera. Había llegado más cerca de lo que pretendía. Raven le dirigió una mirada silenciosa. Un aviso. Y ella, comprendiendo, se desvaneció entre los árboles.
Ailén lo notó.
-- ¿Lo viste? -- murmuró, buscando entre las sombras.
-- Solo un animal del bosque -- dijo él, suave. -- Nada que temer. --
Ella asintió, aunque algo en su pecho no se calmaba.
Después de unos segundos de silencio, se sentó sobre una piedra musgosa en el centro del claro. Raven se quedó de pie, como un guardián.
-- A veces siento que estoy hecha de piezas que no encajan -- confesó Ailén, con la mirada baja. -- Como si me hubieran armado con retazos de una historia que no es mía. ¿Alguna vez te sentiste así? --
Raven se acercó lentamente y se agachó frente a ella.
-- Todo el tiempo -- dijo. -- Pero quizás... estamos hechos de muchas vidas. No solo de esta. --
Ella lo miró, sin saber si lo decía en serio.
-- ¿Crees en esas cosas? ¿En el destino? --
-- En ti, sí. --
Y entonces, por un segundo eterno, se miraron como si todo el mundo hubiese desaparecido. Como si la luna, los árboles, el tiempo... se hubieran congelado solo para ellos.
Pero el momento se rompió.
Un viento helado sopló con violencia, haciendo crujir las ramas. Ailén se estremeció.
-- Deberíamos volver -- murmuró.
-- Sí -- dijo él, aunque su voz era un suspiro de algo que no quería terminar.
Caminaron juntos de regreso, sin tocarse, pero sintiéndose. Cada paso era una confesión no dicha. Cada mirada, una promesa no pronunciada.
Y entre los árboles, muy lejos ya del claro, Liora los observaba desde su forma humana, envuelta en su capa.
-- Ya no puedo detenerlo -- murmuró. -- El lazo está despierto. Y cuando la luna se vuelva sangre por segunda vez… ninguno de los tres será el mismo. --
La Luna Roja brillaba en el cielo de Umbra Noctis con una intensidad inquietante. Su luz teñía de rojo los horizontes, y las sombras parecían alargarse más allá de la realidad misma. En el corazón de la oscuridad, la Torre del Ocaso se erguía, como un faro solitario y olvidado por el tiempo. Nadie se atrevía a acercarse a sus muros ennegrecidos, ni siquiera las criaturas más valientes de los clanes. La torre estaba maldita, marcada por siglos de secretos no revelados.Pero para Liora, el peligro no era suficiente para disuadirla. Con cada paso que daba hacia la torre, sentía que algo dentro de ella despertaba. Había llegado a un punto en el que las respuestas que tanto había buscado parecían estar más allá de su alcance, ocultas en lo más profundo de ese lugar prohibido.-- Este es el lugar, lo sé... -- se dijo a sí misma, casi como un susurro, al ver cómo la torre se alzaba ante ella con una presencia casi palpable.El viento gélido de la noche parecía susurrar advertencias, pero Lio
La noche no caía en Umbra Noctis. Se desplegaba. Como una sombra que se arrastra por los huesos del bosque, como una promesa envenenada. En medio de la espesura, Raven avanzaba sin hacer ruido, cada pisada calculada, cada músculo alerta. Bajo la tenue luz de una luna encapotada, su silueta parecía más bestia que hombre.La manada lo esperaba en el claro del sur, donde los árboles formaban un círculo natural, tan antiguo como el juramento que los unía. El aire olía a tierra mojada, a savia rota, a poder contenido. Kael, su beta, ya estaba allí. Detrás de él, los más jóvenes murmuraban entre sí, impacientes, nerviosos.-- Estamos al borde, Alpha. Lo sientes, ¿verdad? --Raven no respondió. No con palabras.Cerró los ojos. Sintió el latido de la tierra bajo sus pies, los susurros de los espíritus del bosque rozando sus pensamientos. La Luna Roja aún no había ascendido, pero su presencia era un temblor en la sangre. Lo reconocía por el sabor metálico en su boca, por la tensión en su nuca,
La noche era más densa que nunca. El aire, impregnado de humedad, parecía pesar sobre el alma de Raven como una carga invisible. Avanzó entre los árboles, los ojos clavados en la figura que se deslizaba en la penumbra. No la veía con claridad, pero la sentía. Era como una sombra viva, un susurro del destino que había estado aguardando pacientemente en los márgenes de su vida.El viento traía consigo un aroma extraño, algo antiguo y familiar, como si el bosque mismo estuviera respirando sus secretos. Las hojas crujían suavemente bajo sus botas, y su respiración era la única cosa que rompía el silencio sepulcral.La figura avanzaba con una gracia perturbadora, moviéndose entre los troncos como si fuera parte de la misma oscuridad que la envolvía. No podía ver su rostro, pero el aire que la rodeaba parecía vibrar, lleno de una tensión casi palpable. No era una presencia amigable, ni humana. Raven lo sabía.Su corazón latió más rápido, no por miedo, sino por la certeza de que algo trascen
El campus universitario de Umbra Noctis se encontraba en su apogeo aquella mañana. Los estudiantes se apresuraban entre los edificios, intercambiando bromas y risas mientras las primeras luces del día iluminaban los árboles que rodeaban el campus. Ailén, Raven y Liora caminaban juntos, disfrutando de la tranquilidad antes de que las clases comenzaran.Ailén, con su mochila colgada sobre el hombro, observaba con atención todo lo que la rodeaba. A pesar de que su vida había estado marcada por secretos y oscuridad, el ambiente universitario le ofrecía una sensación de normalidad. Se sentía conectada con la humanidad común, alejada de las tensiones sobrenaturales que la acechaban.Raven, por su parte, caminaba cerca de ella, siempre alerta. Su rol como Alpha de la manada lo mantenía en un estado constante de vigilancia, pero también sentía que cada vez que estaba cerca de Ailén, algo dentro de él se calmaba. Había algo en ella que lo ataba de forma inexplicable, y su instinto le decía que
El viento soplaba con una crudeza inusual esa noche, arrastrando consigo el murmullo de las hojas secas que crujían bajo las botas de Raven. La luna, apenas una franja delgada entre las nubes, parecía observarlo con una mirada esquiva. A lo lejos, las luces del campus universitario parpadeaban como faroles en medio del mar, pero él ya se había internado demasiado en la espesura del bosque como para regresar.Su respiración era controlada, apenas un susurro entre los árboles. Su oído, agudo incluso en forma humana, captaba el leve crujir de ramas que no deberían haberse movido. Estaba siendo seguido. Lo sabía. Lo sentía.La manada había sido clara: los signos eran demasiado evidentes para ignorarlos. Olores ajenos, huellas deformadas, energía densa entre los árboles. Alguien había llegado a Umbra Noctis. Y no eran bienvenidos.-- ¿Qué buscas aquí? -- murmuró Raven, su voz apenas más fuerte que el viento, dirigiéndose al vacío de la arboleda.Silencio.Luego, una figura emergió de entre
La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Ailén con una calidez tranquila. Sin embargo, esa sensación de calma fue quebrada por un sonido inesperado: la ventana de su habitación se abrió de golpe, dejando entrar un aire fresco y un susurro en el viento.Raven apareció de repente, como si la realidad misma le hubiera permitido atravesar los límites de lo imposible. Se deslizó dentro de la habitación como una sombra, y antes de que Ailén pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, observándola con una mirada cargada de misterio.-- Te preocupas mucho por mí, ¿verdad? -- dijo Ailén, aún medio adormilada, con una sonrisa irónica en los labios.-- Solo me aseguraba de que tu noche no fuera demasiado solitaria -- respondió Raven, una leve sonrisa cruzando su rostro. No podía negar que sentía una necesidad de protegerla, de estar cerca. Algo dentro de él se despertaba cada vez que la veía, y aunque no entendía del todo qué era, no podía ignor
La noche había caído como un velo de incertidumbre sobre Umbra Noctis. Las luces de la ciudad apenas lograban disipar la densa neblina que se arrastraba por las calles como una advertencia silenciosa. En los callejones más oscuros, lejos de los ojos humanos, las antiguas tensiones volvían a resurgir.Raven olía la sangre en el aire antes de escuchar el primer paso. Su manada estaba en alerta, sus sentidos afilados. Frente a ellos, bajo el brillo tenue de una farola rota, tres figuras emergieron de la penumbra. Vestían con elegancia, pero sus rostros eran pálidos, inhumanos. Los vampiros.-- ¿Qué hacen aquí? -- preguntó Raven con la voz tensa, su mirada fija en el del centro, un hombre de ojos carmesí con una sonrisa sarcástica dibujada en el rostro.-- Venimos a por respuestas -- dijo el vampiro, dando un paso al frente --. Algo se está moviendo en la superficie. Algo que ustedes intentan ocultar. --La manada se colocó tras Raven. Uno de ellos gruñó bajo la garganta.-- No tienen der
Seis meses en el futuro…La noche había caído sobre Umbra Noctis, pero el silencio que normalmente reinaba en la ciudad se sentía extraño, como si algo estuviera esperando. Ailén y Raven se encontraban en un rincón apartado del bosque, donde la luna roja iluminaba tenuemente el paisaje. Estaban solos, aislados del mundo, y parecía que el destino les había brindado un momento de paz, una oportunidad para hablar de lo que sentían, para explorar lo que había estado creciendo entre ellos en silencio.La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, un magnetismo entre ellos que ni siquiera el viento podía romper. Ailén respiró hondo, sintiendo el peso de sus pensamientos, mientras observaba a Raven. Había algo en su mirada, algo en la manera en que la observaba, que le hacía preguntarse si realmente entendería lo que había dentro de ella, lo que estaba a punto de suceder.Raven, por su parte, no podía dejar de mirarla. Sabía que algo no estaba bien, que había algo más profundo que ell