42. Profecía en carne viva
La Torre del Ocaso estaba envuelta en un silencio pesado esa mañana. Apenas se escuchaba el crujir de la madera antigua bajo los pasos de Zaphira, que se movía con cuidado y determinación. El aire tenía un aroma penetrante a romero seco y mirra, y las velas negras, ya encendidas, proyectaban sombras danzantes sobre las paredes cubiertas de símbolos arcanos y telas oscuras.
Ailén se encontraba en el centro de la sala principal, con Lía y Liora a su lado, formando un pequeño círculo de apoyo y protección. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de nervios y expectación, mientras la hechicera disponía los elementos del ritual sobre un altar de piedra.
-- Esto que verán tus ojos y sentirás en tu alma -- comenzó Zaphira con voz profunda y pausada, -- no es simple adivinación. Será una revelación que atravesará el velo de lo cotidiano y te mostrará verdades ocultas, Ailén.
La joven asintió lentamente, intentando controlar el temblor en sus manos.
-- ¿Y si lo que vea es demasiado? -- pregunt