43. Fuego que no se apaga
Días después de lo ocurrido en La Torre Del Ocaso
El cielo sobre la universidad estaba cubierto por nubes suaves que difuminaban la luz del sol, creando una atmósfera casi melancólica. Ailén sostenía su bandeja del almuerzo con una mano mientras caminaba hacia la mesa donde solían sentarse ella, Lía y Liora. La rutina era la misma, pero el aire... se sentía distinto.
Lía ya estaba allí. Estaba encorvada sobre una libreta, haciendo garabatos sin prestar atención a su comida. Ailén percibió al instante la frialdad en su postura: ni una sonrisa, ni una mirada. Como si fuera una extraña.
Se sentó frente a ella, tratando de encontrar sus ojos.
-- ¿Estás bien? -- preguntó Ailén, rompiendo el silencio con voz baja.
-- Bien -- respondió Lía sin levantar la vista.
-- ¿Segura? Porque desde que volvimos de la Torre... estás diferente -- insistió, con una mezcla de preocupación y frustración.
-- No lo estoy -- dijo Lía, esta vez alzando la vista apenas por un segundo. Sus ojos eran un lago calmo