Grayson
El murmullo de la masmorra se desvaneció cuando di un paso hacia adelante. El aire estaba impregnado de una tensión tan espesa que casi podía tocarla. Mis ojos se clavaron en los de Lyam, y en los de ella, Lira, que todavía parecía sorprendida por su repentina libertad. Aquella cercanía, aquel instante cargado de electricidad que habían compartido, no me pasó desapercibido. Y, aunque me dolía admitirlo, lo comprendía: eran pareja. El lazo estaba ahí, visible incluso para un ciego.
Reprimí el gruñido que pugnaba por escapar de mi garganta, no porque me incomodara su unión, sino porque era un recordatorio de que nada en este maldito reino se daba sin que antes hubiera un precio que pagar. El amor podía ser poderoso, sí, pero también era una distracción peligrosa si no se controlaba.
—Suficiente —dije con voz firme, interrumpiendo el momento. Ambos dieron un respingo, y Lyam, aunque reacio, se apartó apenas un paso de ella. Sus ojos se encontraron con los míos, y no me costó leer