Azura
La mañana siguiente me encontraba de pie frente al enorme ventanal de nuestros aposentos, observando cómo los primeros rayos del sol bañaban las murallas recién levantadas de Tiberion. La ciudad todavía era un esqueleto en reconstrucción, pero ya se sentía un aire distinto. Había vida, movimiento, esperanza. Sin embargo, algo dentro de mí me decía que esa calma era tan solo la antesala de una tormenta. La visita de Erik, el sello, las advertencias de Grayson… nada era casualidad. Yo lo sabía.
Grayson se acercó por detrás y colocó una mano en mi hombro.
—Hoy será un día largo —murmuró con voz grave—. Tenemos que reunir al consejo de alfas, no podemos retrasarlo más.
Asentí en silencio. Sabía lo que implicaba esa reunión: alianzas, debates, tensiones ocultas. Algunos de los alfas que habían respondido a nuestra convocatoria eran viejos aliados de mi padre, otros eran nuevos, lobos con ambiciones claras, y otros, simplemente oportunistas. Pero todos tenían algo en común: querían un